Las elecciones tienen tres significados:
- Suponen la confirmación de los derechos y deberes de los ciudadanos. La mayoría vota para preservar los principios democráticos o para alcanzarlos si no los tienen.
- Determinan quién va a regir el Gobierno y en qué grupos se va a apoyar preferentemente.
- Permiten influir en las políticas públicas ya que los referendos suelen estar fuera de la agenda de los políticos por cuestionar su monopolio para adoptar las decisiones.
Las elecciones son una interrupción de la vida ordinaria para los electores, los gestores públicos y los políticos. Ni unos ni otros esperan demasiados cambios por lo que respecta a las políticas públicas ni a las prestaciones que de ellas se derivan. Cualquiera que sea el resultado de las elecciones, no van a hacer variar la perspectiva habitual de cada uno de esos actores. Desde esta perspectiva no es posible esperar que el resultado de las elecciones produzca grandes cambios en las situaciones de crisis.
La votación a un partido no está vinculada fundamentalmente a un conocimiento ideológico, sino que refleja la experiencia acumulada por los ciudadanos por las enseñanzas políticas directas o indirectas. Existirían cinco posibles explicaciones para determinar el voto:
- La socialización. Esta se efectúa durante la infancia y es de tipo indirecto. Su peso como factor explicativo del voto se encuentra en declive y se mide por la identificación con el voto familiar.
- El segundo factor es la situación socioeconómica general, que cada vez tiene más valor, especialmente en momentos como el actual.
- El tercero hace referencia a los principios políticos. Este factor se encuentra muy relacionado con los dos anteriores.
- El funcionamiento de los partidos es la cuarta explicación del voto. En este apartado, tiene cada vez más importancia los resultados de la gestión de un Gobierno que la presencia de un líder concreto al frente de él. En este factor cada vez cobra más relevancia las expectativas personales que el ciudadano tenga respecto a la ocupación del poder por un grupo concreto.
La identificación personal con un partido, que cada vez pesa menos en la votación.
El ciudadano al votar no realiza un auténtico análisis coste-beneficio de las acciones del Gobierno y de la oposición, sino que acumula una serie de sensaciones y hechos que son interpretados y seleccionados a lo largo de los años previos a las elecciones y que los ha ido filtrando con sus creencias, valores, necesidades y expectativas. La explicación del voto hay que encontrarla, sobre todo, cada vez más en los factores tercero y cuarto, lo que matiza sustancialmente la idea tradicional del voto político basado en la adhesión partidaria y hace que el factor de la prestación de servicios por parte de los poderes públicos sea cada vez más determinante en el resultado de la votación.
Hay que llamar la atención sobre las palabras relacionadas con lo que el ciudadano da importancia a la hora de votar: identificación, situación, principios, resultados y expectativas. Es decir, se incluyen dentro del campo de las emociones. Incluso la situación socioeconómica general debe ser filtrada por esa percepción ya que, como numerosas encuestas nos muestran, no es necesario una crisis real de la economía o de la sociedad para que se retraiga la inversión o el gasto, ya que muchas veces estos efectos se producen aparentemente sin causa alguna racional. Las mismas bolsas de valores funcionan atendiendo a las percepciones de los inversores. En el mismo sentido hay que pronunciarse sobre los resultados, ya que son en buena parte la consecuencia de la percepción del rendimiento de los servicios públicos.
El ciudadano precisa de algo más que de hechos para entregar su confianza en el voto. Los hechos mostrados por sus dirigentes pueden ser una condición necesaria, pero la confianza en el representante político se otorga desde una percepción en la que domina la transcendencia sobre las cosas materiales y en la que destacan los anhelos y esperanzas depositadas en una sociedad mejor y en su futuro. Es una renovación permanente del contrato social y político entre la sociedad y sus representantes políticos. En este modelo la eficacia del Gobierno funciona como un factor básico de credibilidad cuya no superación por los gobernantes dificulta o impide el darles la confianza para cuestiones de mayor calado para los ciudadanos como personas: el bienestar, la seguridad, el futuro, la democracia, la igualdad, la familia o el desarrollo personal. Se puede concluir que no es posible saber cómo ganar las elecciones y sí como perderlas. Se ganan sintonizando con las emociones de los ciudadanos y se pierden ofertando sólo eficacia a los electores.
Considero que el poso familiar, producto de la socialización, tiene una repercusión notabilísima a la hora de votar. Quizá no tanto en situaciones de crisis económica, como la actual, donde quizá el ciudadano entiende que hay que apostar por el cambio, dadas las dificultades de empeoramiento vigentes. Pero en un escenario, no me atrevo a definir como normal, sino de "ausencia de crisis", el voto por influencia familiar (mi hijo es del Real Madrid, como su padre) es bastante poderoso. El bipartidismo, sobre todo en las regiones sin fuerzas nacionalistas, está instalado en nuestra sociedad, y una vez que la persona se ha posicionado, seguramente durante la adolescencia postrera, es muy complicado cambiar de chaqueta. Se puede dejar de votar a tu partido, pero la "traición" no llega a consumarse. Considero que esto es muy negativo y poco coherente, sobre todo en elecciones locales, mucho menos ideologizadas que las generales. Es injusto que la política nacional de turno, para bien o para mal, arrastre el voto de la gente en elecciones a Ayuntamientos, donde no se discute sobre la participación o no en una guerra, sobre la excarcelación de presos o sobre la bajada de los sueldos a los funcionarios..sino que los debates son mucho más mundanos, y por ello, menos mediáticos. También ocurre en las elecciones autonómicas, si bien las CCAA gestionan ahora gran parte de los temas que más importan a la ciudadanía (Sanidad, Educación, servicios sociales..), donde el lastre o la bonanza de la política nacional es decisiva.
ResponderEliminarY luego está la gente, que se olvida por completo de los gobernantes una vez pasadas las elecciones y ya puedes haber hecho una excepcional gestión como Consejero de Sanidad o como Concejal de Deportes, porque pocos se acordarán de tu trabajo a la hora de votar...eclipsados por los ecos mediáticos, interesados, de grupos de presión.
Los ciuatro factores señalados pesan en el conjunto, pero en cada individuo tienen un significado distinto. De todas formas, la cuestión clave quizá no esté a quién se vota, sino qué hacen los partidos políticos con el voto.
ResponderEliminarMe encantó pasear por este blog.... de lujo, ¡¡¡¡de luuuujo!!!!
ResponderEliminarComo Manuel Arenilla no te puede contestar, ya que tal como se ha dicho en el blog lo ha dejado ante su nombramiento de Director del INAP, en su nombre y en el mio te agradecemos el elogio.
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