sábado, 16 de abril de 2011

CÓMO SABEN LOS POLÍTICOS LO QUE QUIEREN LOS CIUDADANOS

Para ganar las elecciones es necesario sintonizar con las expectativas de los ciudadanos, con sus necesidades y con la valoración que hagan de la actuación pública, de sus resultados y de los dirigentes. Las señales que recibe el gobernante para saberlo provienen de cuatro fuentes:

  • Las leyes o grandes normas que conforman la sociedad. Se refieren a las cuestiones que más importancia tienen para los ciudadanos (educación, sanidad, pensiones). La alteración de estas leyes suele ser mínima a lo largo del tiempo debido a la existencia de una alta coincidencia entre los partidos que cuenta con posibilidad de formar gobierno. Las leyes explican que el gasto público se encuentra comprometido en un porcentaje muy elevado por decisiones anteriores, lo que suele ser muy descorazonador para los políticos que acceden por primera vez al poder, pero enormemente tranquilizador para los ciudadanos. Todo ello genera una fuerte estabilidad que propicia el asentamiento de una serie de valores permanentes en el tiempo. En definitiva, conforman el armazón de nuestro sistema político y social y resultan ser las principales fuentes de educación cívica, política y administrativa de los ciudadanos. Aunque también son la fuente de resistencia más grande para producir innovaciones, transformaciones o adaptaciones de la realidad, como podemos comprobar en la situación de crisis actual.
  • Los expertos. Son el enlace natural entre el ciudadano y los gobernantes y se encuentran en organizaciones e instituciones profesionales, académicas, científicas etc. Son lo que ayudan a determinar el riesgo admisible en la actuación política.
  • El mercado. Algunos mantienen que la ausencia de pago por la prestación de los servicios públicos distorsiona los fines de la Administración pública, al no percibirse información suficiente sobre el cumplimiento de los fines públicos. Se señala que éstos no son los que la gente quiere, sino los que determinan los expertos y los funcionarios. Debido a esto, se llega a afirmar que si los cargos públicos no saben lo que quiere el ciudadano, habrá que dejar en manos del mercado la consecución de los objetivos. Sin embargo, existen consideraciones al margen del mercado que exigen el mantenimiento de varias prestaciones por la Administración pública.
  • El electorado. El electorado envía más de un tipo de señal a los políticos, sin embargo, las señales no son armónicas, por lo que es preciso interpretarlas. Por otra parte, la sensibilidad de los políticos en las situaciones electorales tiene más que ver con su carrera personal que con las actuaciones públicas.

Las señales que llegan al político lo hacen de forma débil y desigual, además el político puede alterar el peso o incluso la naturaleza de cada señal. Así, no está garantizado que el experto sea un buen intérprete de los ciudadanos o de las otras señales, ya que puede reforzar el modelo habitual de relación entre el gobernante y el ciudadano. Si no lo hace, el político quizá no encuentre ventajas en su colaboración. En estas condiciones el experto no es muy adecuado para introducir alteraciones significativas en el marco institucional, social o económico. En la crisis actual los expertos “propios” no han logrado el cambio en el sistema, como sí lo están haciendo ahora los organismos internacionales, estos también integrados por expertos, aunque no dependientes de los políticos de cada país.

Las señales más importantes para establecer y llevar a cabo las políticas públicas eficazmente son las provenientes de las leyes y las de los expertos. Sin embargo, ninguna de las dos son suficientes para lograr el voto de los ciudadanos.

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