Esta entrada del blog, que hace la número 700, no hubiere deseado que se produjera, pero los hechos son los hechos y la realidad la que es. Rafael Blasco Castany ha sido condenado a 8 años de prisión y 20 de inhabilitación por varios delitos relacionados con la administración pública. Rafael Blasco fue la persona que me propuso en 1983 incorporarme a la nueva Administración Autonómica Valenciana y a su construcción, concretamente en el cargo de Director de la Función Pública Valenciana, siendo él Conseller de Presidencia y nuestra relación en ambos cargos duró de finales de 1983 al verano de 1985, cuando se aprobó la Ley de Función Pública Valenciana, principal de mis encargos, y cesado ya Blasco en la mencionada Conselleria y nombrado para dirigir la de Obras Públicas. Hace, pues, ya 30 años.
En nuestra relación profesional hubo encuentros y desencuentros, pero yo no puedo olvidar esos años y la experiencia que me proporcionaron. Con él comprendí mejor el espacio político, aunque creo que nunca dejé de ser un funcionario. Serví como supe y nunca me integré en un grupo de fieles seguidores del lider, pero para el resto de los entonces compañeros de partido (PSPV) de Rafael y para la oposición siempre fui considerado como hombre de Blasco; para muchos era un advenedizo que no pertenecía al partido y que ostentaba un poder que no le correspondía; así es la concepción política. Cesado Blasco, en tanto continuó teniendo poder en el partido, se me aguantó en el Instituto Valenciano de Administración Pública hasta 1990, pero sin desarrollar en realidad el proyecto que en su día se aprobó.
Siento afecto por Rafael Blasco, no voy a entrar en más detalles, ni en los aspectos negativos, sobre todo con los que ahora resultan del proceso y condena. Conmigo nunca fue celoso, nunca pensó que se le pudiera hacer sombra, cuando, en lo profesional mi opinión era distinta a la que se me presentaba, me dejó hacer y me dio responsabilidad, cuando en otros campos no había acuerdo, presionaba es cierto, pero no se produjo una ruptura definitiva, aunque ya existiera el proyecto de separar la Dirección general de la función pública y la organización dedicada a la formación y reclutamiento de personal. Buscaba personas por su preparación para cada materia y no sólo fieles incondicionales, si bien formaba equipos con afán de permanencia y seguimiento. No fue ese mi caso, porque realmente no tenía más ambición política que la de desenvolverme en el campo técnico de mi especialidad, por ello no seguí con él en otras consellerias, si bien lo llegué a tener de conseller en Sanidad, siguiendo en mi puesto de Asesor jurídico por concurso y sin más interés; ya había tenido bastante con los puestos de "confianza".
Una lástima. Rafael Blasco ha sido un político con mayúsculas y podía haber sido bastante más que un conseller. Con su dirección y trabajo se hicieron realidad la Administración de la Generalitat, la Televisión Valenciana y el Metro de Valencia, como proyectos más significados. Desde de mi punto de vista, junto con Manuel Broseta y Rita Barberá, era de los idóneos para ser presidente de la Generalitat. Qué le ha llevado a esta situación, es algo incomprensible y quizá un error, pero no me corresponde a mí juzgar. El juicio ya está hecho. Pero en los malos momentos hay dejar constancia de lo que se siente por aquellos a los que de un modo u otro les debemos algo, más allá de cualquier otro punto.