La democracia además de sus varios sentidos bien se refiera desde un punto de vista liberal o social comunista, es también una figura sacralizada por la contemplación de la democracia americana por los franceses y, quizá, por el máximo representante Tocqueville, del que en algún momento habrá que hacer referencia. Pero voy a seguir por los clásicos griegos Platón y Aristóteles ya que ambos se ocupan de las distintas formas de gobierno y en los que quedan claramente señalados los vicios o corrupción de cada una de ellas, centrándome en la democracia, que, en mi opinión contemplo hoy bastante presentes.
Platón a través de los diálogos de Sócrates explica cómo los vicios de cada forma conduce a otra. Así de la monarquía se va a la timocracia, de ella a la aristocracia, de ella a la democracia y los de ésta conducen a la tiranía. Sin embargo de la democracia en Platón y Sócrates es más difícil seleccionar como hice en la entrada anterior, por lo que ahora transcribiré será más extenso y sin cortes para que el lector pueda tener más información y ver el método socrático de ir a conclusiones que conducen a un final diferente. Veamos parte del largo diálogo de Sócrates con Adimanto, partiendo del segundo:
De esta manera, -dijo -, se produce el establecimiento de la democracia; unas veces haciendo uso de las armas, otras por el temor que se apodera de los demás y les obliga a retirarse.
- ¿Podrás indicarme entonces- pregunté- cuál será el carácter distintivo de este régimen y cuál su constitución? Porque está claro que el hombre que se corresponda con él se presentará como el hombre democrático.
- Sí lo está- contestó.
- En primer lugar ¿no contará el régimen con hombres libres y no se verá inundada la ciudad de libertad y de abuso desmedido del lenguaje, con licencia para que cada uno haga lo que se le antoje?
-Eso es lo que dicen- afirmó.
-Si esa licencia existe, es evidente que cada uno dispondrá su propia vida en la ciudad de la manera que más le guste.
-En efecto
-Creo yo- añadí- que en un régimen de esa clase habrá hombres de todas las procedencias.
-¿Cómo no?
-Es muy posible- dije yo- que sea también el más hermoso de los regímenes. Pues así como resplandece hermosura un manto artísticamente trabajado y adornado con toda clase de flores, no otra cosa ocurre con un régimen en el que florecen toda clase de caracteres. Y quizá -proseguí- haya muchos que como los niños y mujeres enamorados de todo artificio, consideren ese régimen como el más bello.
-Dese luego-dijo.
-¡Ah!, mi querido amigo -exclamé -, la ciudad de la que hablas es la más apropiada para toda clase de regímenes políticos.
-¿Por qué?
-Porque esa misma licencia permite toda clase de constituciones. Lo cual hará posible organizar la ciudad a gusto de cada uno, al modo que hacíamos nosotros. Vaya, pues, quien quiera un régimen democrático, donde podrá elegir. como en un bazar, el sistema que más le agrade. Una vez que lo haya elegido, se asentará en él y se adaptará a sus leyes.
-Quizá -dijo-no carecería de modelos para obrar así.
-El que en esa ciudad no haya necesidad de gobernar -argüí-, ni de que se imponga esto a quien pueda hacerlo, como tampoco de ser gobernado, si uno no lo desea, o el no entrar en guerra cuando los demás así lo hacen, o el mismo hecho de no vivir en paz, si así lo quieres, a despecho de que la prefieran los otros, e incluso aunque la ley te prohíba gobernar y juzgar, el prescindir de esas mismas acciones, ¿no te parece todo ello verdaderamente extraordinario y agradable, ya sin parar mientes en otra cosa?
-Posiblemente lo sea - contestó, por lo menos de primera intención .
-Pues qué, ¿no resulta admirable la mansedumbre con que se reciben a veces los castigos? ¿O es que no has visto que en un régimen como este a hombres que, después de haber sido condenados a muerte o al destierro, permanecen todavía en la ciudad y siguen paseando por ella cual si fueran héroes, entre gentes que ni les prestan atención ni se preocupan de mirarlos?
-He visto a muchos -repuso.
¿Y te has fijado en esa indulgencia reñida con todo espíritu mezquino, pero que desdeña cuantas cosas exigíamos nosotros para la fundación de nuestra ciudad, hasta el punto de quien no dispusiese de una naturaleza extraordinaria no podría convertirse en un hombre de bien, de no haber jugado de niño entre cosas hermosas que le inclinasen luego a otras semejantes? Parece como si se pisotease todo ello con verdadera generosidad, sin pensar en la educación que han recibido los que llegan a ostentar los cargos públicos. Muy al contario, se prodigan honores a todo aquel que pregona una sola cosa: su favorable disposición hacia la multitud.
-Mucha generosidad revela eso -dijo.
-Pues estas y otras análogas -advertí- son sus características de la democracia. Se trata, según parece de un régimen agradable. sin jefe, pero artificioso que distribuye la igualdad tanto a los iguales como a los que no lo son.
-Es bien comprensible lo que dices afirmó.
Por hoy me detengo aquí, pues se pasa a un punto XII donde continúa el diálogo, no sin apreciar cierta "retranca" en Sócrates, pues pensando en España como hago, encuentro características de esta democracia. Pero, el texto aquí y su pensamiento, lectores, libre o según educación. Seguiremos, si así lo quieren, al menos yo seguiré.