domingo, 9 de junio de 2019

EL DIÁLOGO: La centralización y la descentralización.

Como cada vez me cuesta más mantener este blog o encontrar temas o cuestiones no comentadas, puesto que también pretendo que sea para mí un medio de mantener mi actividad mental, voy a experimentar, siguiendo un sistema de diálogo, un poco al estilo de los de Platón. Hoy voy a insistir en un tema tratado muy extensamente como es el de la descentralización, que está unido a la centralización, y ello porque es un punto crucial en nuestra actividad y, naturalmente, porque afecta a la idea de España, al Derecho y a la Administración. Por ello está también unido a otras cuestiones sustanciales sobre las que dialogaré, en realidad conmigo mismo.


En dichos diálogos  de Platón, siempre se producen entre Sócrates y otra persona. Aquí van a ser entre un anciano (en este caso yo) y un joven progresista (pero que ya no sé si soy yo o no, pero que yo imagino o intento hacerlo).


Anciano:Vamos a dialogar sobre la descentralización, aunque sé que tu deseo es ir más allá de esta figura. Pero como no quiero partir de la absoluta abstracción, sino de una realidad que es la de la existencia de una unidad, damos por contado que nos encontramos en una situación unitaria. ¿Convienes en ello?

Progresista: Convengo.

Anciano: ¿Convenimos entonces que la unidad forma un todo? Y también en que este todo está formado por partes.

Progresista: Si porque conviene al objeto del diálogo y a mis propósitos en él. Pero me interesa configurar el todo como una unidad política y territorial.

Anciano: No hay inconveniente, evita mayores abstracciones y nos centra el diálogo. Entonces partiendo de la idea del territorio, la unidad implica que diversos territorios con características propias forman parte de ella y se rigen por un mando común. Y este mando común lleva consigo un centro que siempre es de planificación y decisión y puede ser o no geográfico. Y antes de pedir tu conformidad, expongo que la dispersión territorial exige que se dicten una reglas que ordenen la unidad y las acciones de la misma; reglas que consideramos como un ordenamiento jurídico.

Progresista: No estoy en desacuerdo. Pero la cuestión es ¿cómo se llega a este ordenamiento? Y como hemos dicho que partimos de una realidad, puede ocurrir que una parte ya no esté conforme con el ordenamiento acordado y que las potestades que se le otorgaron no son suficientes a sus intereses y necesita más poder o libertad.

Anciano: Es cierto, partimos de una realidad, que al empezar el diálogo ha quedado abstracta y tu cuestión obliga a determinarla. Esta realidad es España. ¿Es así?

Progresista: Sí. Dejamos otras cuestiones en torno a dicha realidad, pues la inconformidad puede estar en relación con ella misma y quererse una diferente, con fundamento en la libertad de los pueblos y la autoderteminación.

Anciano: Oh¡ Oh¡ Demasiadas abstracciones, hay pues que centrar el diálogo y al emplear el término centrar vuelvo al tema principal: la descentralización. Has estado de acuerdo en que en la unidad y, por tanto, en esta realidad que es España, hay un centro de planificación o decisión y por  tanto de mando. Pero, España es un Estado descentralizado, lo que significa que unas partes de su territorio tienen autonomía y, de otro lado, hemos partido de un estado centralizado para llegar a la actual situación, lo que implica que el centro, el poder político existente, a través de la Constitución estableció una nueva organización territorial y atribuyó a las Comunidades Autónomas competencias que antes ejercía él y transfirió otras facultades respecto de sus competencias. Pero, la descentralización siempre supone que existe un centro. No hay descentralización sin centro.

Progresista: Ahí radica el problema que el centro impide el desarrollo libre de cada parte y les impide tomar decisiones que les afectan y convienen y les impone las suyas. Las partes no son libres, no ejercen su voluntad. Tendrá que estar de acuerdo en ello.

Anciano: Otra vez tenemos que centrarnos. Hemos dicho que partíamos de una unidad y que ésta contiene un ordenamiento que siendo democrático es fruto del acuerdo de todos y muestra una voluntad..

Progresista: Pero esa voluntad puede hoy ser distinta. Yo creo que ha cambiado. Hay que volver a acuerdos o ha de reconocerse la voluntad discrepante de la existente.

Anciano: No te apasiones. Cuando me has interrumpido me refería al ordenamiento que es jurídico: Constitución, leyes, etc. Y que ha sido objeto de referendum y votaciones. La voluntad resultante del sistema jurídico democrático existente no tiene porque ser o coincidir con lo que mi voluntad es. Hay unas formas que el propio ordenamiento establece para que ordenadamente se puedan producir los cambios necesarios y hay unos principios o valores inamovibles y para dilucidar la voluntad que reside en las normas. Tú mismo te has referido antes a cada parte y al hacerlo, estás admitiendo la existencia de un todo. Y esto supone que cada parte, en la situación española, es a su vez un centro que comprende otras partes, que, así mismo, forman parte del todo o centro al que sus centros pertenecen. La parte o las partes son el todo y el todo es las partes. ¿Cabe así deslindar voluntades, si lo que decida uno afecta a los demás?

Progresista: Sí en cuanto se corresponde esa voluntad con unos intereses propios.

Anciano: Creo que hemos llegado a un tema que nos lleva más lejos y que dejaremos para nuestro próxima reunión. La relación entre voluntades, ordenamientos, intereses y libertad.

Bueno esto ha salido hoy, podía haberlo sido de otro modo, pero siempre prefiero la frescura y espontaneidad. Espero que guste. 




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