Seguiré hoy en la línea de las tres anteriores entradas, todavía con Platón y sus diálogos sobre la República o de la Justicia y con la forma de gobierno de la democracia. En la segunda de estas entradas, empezaba recogiendo una parte en la que Adimanto a lo dicho por Sócrates nos decía: "de esta manera se produce el establecimiento de la democracia, unas veces haciendo uso de las armas, otras por el temor que se apodera de los demás y les obliga a retirarse."
Esta afirmación venía de que, con anterioridad, Sócrates había dicho: La democracia se origina, a mi entender, cuando los pobres después de vencer a los ricos, a unos les dan muerte, a otros los destierran y a los demás les reservan equitativamente cargos de gobierno que, en este sistema, suelen otorgarse por sorteo.
Traigo aquí esta parte del diálogo porque en el transcurso de los diálogos en relación a la igualdad como fruto de la democracia se hace referencia en muchas ocasiones a pobres y ricos y ahora quiero poner algo de lo que dice Aristóteles en La Política:
Al decir de los partidarios de la democracia, la justicia está únicamente en la decisión de la mayoría; y si nos atenemos a lo que dicen los partidarios de la oligarquía, la justicia está en la decisión de los ricos, porque a sus ojos la riqueza es la única base racional en política. De una u otra parte veo siempre la desigualdad y la injusticia. Los principios oligárquicos conducen derechamente a la tiranía; porque si un individuo es más rico por sí solo que todos los demás, ricos juntos, es preciso, conforme a las máximas del derecho oligárquico, que este individuo sea soberano, porque solamente él tiene derecho a serlo. Los principios democráticos conducen derechamente a la injusticia; porque la mayoría, soberana a causa del número, se repartirá bien pronto los bienes de los ricos, como he dicho en otro lugar.
Finaliza Aristóteles en este Capítulo I del Libro Séptimo De la organización del poder en la democracia y la oligarquía, diciendo una frase que puede dar mucho que pensar, sobre todo según como se considere la igualdad y la justicia de acuerdo con la consideración que se tenga de la igualdad. Dice: La debilidad reclama siempre la igualdad y la justicia; la fuerza no se cuida para nada de esto.
Vuelvo a Sócrates y la situación del joven que empujado por la oligarquía alcanza un sentimiento de pudor que endereza su vida pero en la que pronto aparecen otros deseos. Y unos comentarios más adelante dice:
Después de vaciar y de purificar el alma de este joven, cual si se tratase de un iniciado en grandes misterios, llevan a él un gran acompañamiento de figuras coronadas, entre las que se cuentan la soberbia, la anarquía, el desenfreno y la desvergüenza. Y las llenan de encomios y de halagos, llamando por ejemplo a la soberbia, buena educación; a la anarquía, libertad; al desenfreno, magnificencia y a la desvergüenza, virilidad. ¿Y no es de este modo, -pregunté-como el joven deja de satisfacer sus deseos necesarios en los que había sido inculcado, para volver a la vista de la libertad y a la disolución que suponen los placeres innecesarios e inútiles.?
Acabo con un párrafo posterior:
Como que pasa su vida-añadí- ininterrumpidamente entregado al primer deseo que se le presente, bien embriagado tocando la flauta o bebiendo sólo agua y desnutriendo su cuerpo, bien ejercitándose en la gimnasia e incluso reduciendo al mínimo su actividad y despreocupándose de todo, cual si pensase únicamente en la filosofía. Muchas veces participará en la administración pública y, subido a la tribuna, dirá y hará todo lo que se le antoje. Pero llega un día en que siente envidia de los guerreros y allá se va a la milicia; o se entrega a los negocios, si la ocasión le es propicia. Así, pues, no hay nada ordenado ni invariable en su vida, que, por encima de todo, le parece agradable, libre y feliz, y así la llama y usa de ella.
Como siempre mucho sigue a esto, y a poco de esta parte pásase a hablar de la tiranía, no sin apuntar antes que este modo de vida descrito se verá con admiración tomándolo como modelo.
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