Es frecuente que la tecnocracia, al igual que ocurre con la burocracia, sea considerada de modo peyorativo, principalmente por políticos y prensa, si bien ambas figuras no sean lo mismo. Podemos simplificar diciendo que la tecnocracia significa el acceso de los técnicos al poder. En principio nada malo puede considerarse del hecho de que un técnico, que es un especialista en una materia determinada, acceda al poder, pero como el poder es diferente y podemos referirnos a poderes, hay que concretar, pues, para considerar favorable o desfavorablemente a la tecnocracia, a qué clase de poder acceden los técnicos y las consecuencias en cada caso. Lógicamente, en principio, dado el carácter de este blog, lo lógico es atender a aquellos poderes que alcanzan a la administración pública como acción y como institución; en el segundo caso, si nos referimos a la institución, o sea a la Administración pública, hay que establecer que es tal institución porque es poder; en cambio, como acción hay zonas y actos que lo son y otros que no. Antes de pasar a ver lo que ocurre en los distintos espacios en que la tecnocracia o los técnicos accedan, creo que la consideración peyorativa que he señalado, en el caso de los políticos, proviene del hecho de que los técnicos eliminen puestos o cargos para los simples políticos de partido y en el caso de la prensa, además de por haber asimilado los conceptos negativos de la acción del tecnócrata, quizá porque el tecnócrata suele dar menos juego al comentario, dado que su discurso es más especializado y menos político o general. Voy a tratar de definir los espacios de acceso de los tecnócratas.
El primero que me voy a referir es el de la Administración pública y su acción administrativa. Sin embargo, antes hay que decir que la cuestión tiene una dependencia previa, la de cómo se haya definido la estructura política de gobierno y administración, pues si se configuran como políticos puestos cuya función ha de ser preferentemente técnica es una cosa y si no se hace otra. Es decir, la configuración estructural de la Administración pública debe de haber definido adecuadamente el espacio político, o sea, inicialmente, el que está para determinar el cumplimiento de las políticas públicas aprobadas y para determinar su modificación o su cambio por otras o simplemente la necesidad de nuevas políticas. Puestos, pues, que, aun perteneciendo a la estructura administrativa, su principal tarea es la de contactar con la sociedad o el sector de la misma en el que repercuta la correspondiente política y acción administrativa, para obtener información y transmitirla hacia arriba o hacia abajo; todo ello sin perjuicio de que en los puestos administrativos que igualmente tienen contacto con los sectores sociales o grupos de intereses también se obtenga información y la transmitan hacia arriba.
El primero que me voy a referir es el de la Administración pública y su acción administrativa. Sin embargo, antes hay que decir que la cuestión tiene una dependencia previa, la de cómo se haya definido la estructura política de gobierno y administración, pues si se configuran como políticos puestos cuya función ha de ser preferentemente técnica es una cosa y si no se hace otra. Es decir, la configuración estructural de la Administración pública debe de haber definido adecuadamente el espacio político, o sea, inicialmente, el que está para determinar el cumplimiento de las políticas públicas aprobadas y para determinar su modificación o su cambio por otras o simplemente la necesidad de nuevas políticas. Puestos, pues, que, aun perteneciendo a la estructura administrativa, su principal tarea es la de contactar con la sociedad o el sector de la misma en el que repercuta la correspondiente política y acción administrativa, para obtener información y transmitirla hacia arriba o hacia abajo; todo ello sin perjuicio de que en los puestos administrativos que igualmente tienen contacto con los sectores sociales o grupos de intereses también se obtenga información y la transmitan hacia arriba.
Si el puesto, materialmente, no es político y es administrativo, ha de estar plenamente dependiente del sistema de carrera funcionarial y de su ajuste al mérito y la capacidad; de este modo cada ocupante de este puesto es un experto y se le puede considerar un técnico en la materia correspondiente y en su gestión. Vemos ya un contacto entre la técnica y la burocracia en su idea amplia, si además en el puesto hay ejercicio de potestades administrativas o se influye en las decisiones o resoluciones reservadas a los cargos políticos también conecta con la idea de la burocracia en sentido de funcionario con poder, por lo que puede darse el hecho de que al titular de este puesto tanto se le denomine o considere como burócrata que como tecnócrata. Ahora bien, en esta situación no hay, en origen o formalmente, ninguna situación mala o que pueda considerarse peyorativamente. Al contrario, al coincidir con el mérito y capacidad para ser funcionario y para ocupar un puesto concreto, afecta a la buena o mala organización administrativa y favorece el interés público; corresponde, pues, el que los mejores expertos accedan a un puesto con el sistema de carrera y con exigencias constitucionales. Cuando, pues, nos encontramos en puestos administrativos, formal o materialmente, no es un puesto político, ni, como tantas veces he dicho, puede ser de designación libre o política, al contrario, hay que detraerlos del espacio político del partido en el gobierno y de los cargos de éste. ¿Es eso tecnocracia? pues bienvenida sea; ¿es burocracia? pues lo mismo. Otra cosa es que se trabaje mal, que no se sea eficaz, que los procedimientos no sean los que correspondan y no determinen el mérito y la capacidad o el mejor para cada puesto, etc.
El segundo espacio en donde se puede producir el acceso u ocupación de tecnócratas es el de los cargos políticos y el de gobierno. Esta situación puede ser ventajosa o, por el contrario, producir inconvenientes. Al efecto, hay que considerar que la actividad política está abierta a cualquier ciudadano y que ello sea así es una exigencia constitucional. Cualquier ciudadano está afectado por la política y reacciona ante ella también con consecuencias políticas y sociales, sobre todo a través del proceso electoral. El ciudadano que, además, tiene una vocación política y quiere participar políticamente, más allá del simple voto, tiene como cauce principal el de los partidos políticos y así viene a determinarlo el artículo 6 de nuestra Constitución, cuando dice que Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberá ser democráticos. Sin perjuicio de que haya otras formas de participación política, podemos considerar que desde el análisis de la Administración pública y su acción y comportamiento destacan la participación en el gobierno como cargo político, sin permanencia garantizada, y la que se realiza como funcionario público, como permanente y de carrera, especialista y técnico. Al aparecer en esta reflexión los partidos políticos se nos muestra el tercer espacio al que pueden acceder tecnócratas y que es espacio político y no administrativo. Conviene pues que tratemos estos segundo y tercer espacio de modo conjunto.
Al mencionar inicialmente que el sentido peyorativo o la crítica hacia la tecnocracia partía de los mismos políticos, ya implícitamente estaba pensando en los puntos que ahora hay que desarrollar. Lo primero a apuntar es que políticos los hay de muchas clases al igual que partidos políticos. Hay ciudadanos que apuntados a un partido, testimonian su apoyo y la conformidad con sus ideales y forman lo que se denomina como "bases" del partido. Entre los pertenecientes a un partido político los hay con ambiciones o sin ellas y, además, el partido político, también genera grupos distintos con sus propias opiniones, a veces encontradas, y crea una burocracia y con ella unas jerarquía. A esta burocracia suelen pertenecer, en mi opinión, quienes tienen la mencionada ambición y los que simplemente trabajan en el aparato administrativo del partido. Esa burocracia es, pues, lugar idóneo para que los tecnócratas se situen y, de otro lado, en el partido puede haber afiliados que son técnicos o burócratas en las Administraciones públicas, que desde ellas aportan opinión o colaboración. El partido correspondiente, pues, según como se haya diseñado su espacio y organización, puede contar ya con expertos en Administración pública o en las materias a desarrollar mediante políticas públicas y, por tanto, tener éstas más o menos proyectadas. Esta mezcla, pues, de tecnocracia y burocracia, genera en el seno del partido una cierta confrontación de intereses y modos de hacer la política, pero sobre todo un espacio de poder en el partido que genera una oposición interna que se traduce en crítica a los tecnócratas por el protagonismo que alcanzan; el cual, de otro lado, no se alcanza a través del diseño de mérito y capacidad que rige legal y constitucionalmente en la Administración pública, sino por un sistema de confianza, pertenencia al grupo o fidelidad al líder o, también, por intereses territoriales.
Pero en los partidos grandes esta situación se presenta como lógica, ya que aspiran a gobernar y necesitan cuadros capaces de administrar o dirigir la Administración. En este punto un diseño del sector político de la Administración pública, permite que el partido coloque o retribuya a estos políticos y tecnócratas, sobre todo con cargos políticos; si bien la extensión de la libre designación, tan criticada por mí, permite extender la retribución o la confianza los niveles simplemente funcionariales y plenamente administrativos. Politización excesiva, que hace que, decaído de modo inconstitucional, el sistema de mérito y capacidad, los tecnócratas que acceden a la dirección de la Administración no lo hagan en los puntos o espacios en los que su técnica sea necesaria y eficaz, con lo que si su incompetencia se hace manifiesta y no tienen "mano izquierda" o no han servido nunca en la Administración chocan con los técnicos y funcionarios bajo su dirección y se produce un motivo más de crítica a la tecnocracia. Al contrario, si el nombrado es especialista en la materia correspondiente y es funcionario público del mismo cuerpo que los funcionarios a su cargo, sin perjuicio de conflictos posibles, es más lógico que el burócrata no se oponga al político y que haya reacción eficaz y se dirija bien. El problema o la cuestión en estos casos reside en si el designado tiene capacidad para asumir el rol del político sin perder el de burócrata o funcionario, pues si sólo es capaz de seguir pensando como funcionario, entonces choca con el político y una nueva fuente de crítica a la tecnocracia surge.
En resumen, hay ventajas y desventajas en el sistema, un exceso en el diseño político y la no utilización correcta del sistema de mérito y capacidad, sustituido por uno de confianza, por el cual se puede ser tecnócrata sin ser técnico en la materia a dirigir y política a cumplir. El caso citado en entrada anterior de Dª Milagrosa Martinez, es paradigmático.
La tecnocracia pues tiene espacios adecuados en la Administración pública, en los cargos políticos, y que hay que considerar de modo positivo, sobre todo si el mérito y capacidad se ha medido adecuadamente, de otro lado su espacio en los partidos políticos lo es, estimo, pensando en su acceso a cargos políticos y retribuidos lo que es legítimo y es el partido y sus afiliados y jefes los que han de equilibrar adecuadamente la carrera política de sus partidarios y miembros pensando en el interés público que hay que servir si se alcanza el poder y el gobierno. Cabe, para terminar, hacer una breve referencia a los técnicos en cuanto miembros de los parlamentos, espacios político, pero en el que pueden colaborar en comisiones atendiendo a su especialidad, para que las leyes que se dicten puedan ser reales y eficaces.
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