En el poco tiempo de vida de este gobierno la presencia de la política y los problemas de convivencia se han incrementado y el parlamento es un nido de descalificaciones y una muestra de la división existente. Ante esta presencia de lo político se puede decir que lo primero que contemplamos es una acción mayor normativa y superior a lo que debía ser normal. ¿Por qué? Y ¿cuál es su valor?
La norma aparece como respuesta y solución al problema y ofrece la imagen de eficacia política. Pero con la norma no hay nada hecho, si bien su efecto pueda ser el de calmar las aguas. A partir de la norma es necesaria la acción y entonces ya estamos en un problema y unos procedimientos administrativos.
En anterior entrada me refería a la prevención y esta supone una previsión o un control para evitar un problema posible y conocido. En la medida que se prevé y se previene, la acción es más eficaz y ágil. Si no hay previsión o la Administración está mal configurada y carente de profesionalidad, entonces, la improvisación es lo normal y el tiempo juega su papel ya que se echa encima y el proceso enloquece y los problemas de gestión se incrementan.
La administración pública no puede ser improvisación, al contrario ha de ser la hormiga que acumula grano para el invierno o la tormenta y no la cigarra cantora. Necesita obreros y no amiguetes o aduladores o fieles incondicionales. Y en estas normas que obedecen a la urgencia, al calmar las aguas, es seguro que hay más que nunca improvisación y luego ya veremos cómo hacemos las cosas.
En estas situaciones es cuando la Administración ha de actuar de acuerdo con las fases y funciones que nos explica la verdadera Ciencia de la Administración pública que es la que interviene para establecer la viabilidad y eficacia, por tanto, de lo que se pretende. Y lo hace previendo de modo general o primero, si existen los medios para hacer efectivo lo propuesto y a partir de esa primera apreciación expone la necesidad o no de obtenerlos y la acción y modos de actuar y hacer eficaz el objetivo. Eso es administrar y al serlo es hacer que la política y la norma se hagan realidad y efectivas.
Un proceso al que la urgencia no le va y que descubre, en su caso, la mentira, el timo y la improvisación y produce el rebote y el acrecentamiento de los problemas. Si nos conformamos con la norma o el plan o las medidas, puede que haya una calma temporal, pero ésta puede ser el anuncio de la tormenta que nos pillará sin piedad.
Necesitamos más Administración y menos Política y partidos políticos a la greña.
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