Una de las cuestiones que hace tiempo tenía en mente abordar era la de las relaciones entre prensa y Administración pública, pero en el momento de hacerlo pienso que las que puedan producirse son realmente una consecuencia política o de la Política y no unas relaciones naturales de la Administración con los medios de comunicación. Por ello el título de este post abarca a todos los medios de comunicación y a la Política o a los políticos. La realidad es que en toda mi actividad funcionarial durante la dictadura franquista, que yo recuerde, no tuve relación alguna con la prensa o con cualquier otro medio de comunicación. Sólo a la muerte del dictador y debido a mis publicaciones sobre la burocracia española, recuerdo que por el periódico Cinco días se me entrevista sobre si, según mi opinión, después de Franco la burocracia seguiría ejerciendo su poder. Después, en el tiempo y durante mi actividad profesional, alguna que otra consulta o pregunta más ha habido. También en la actividad política he padecido informaciones sesgadas, prejuicios e incluso alusiones personales, incluyéndome en el paquete de los políticos o en los ataques a políticos de mucho más peso.
No pretendo abarcar todas las cuestiones y avatares acaecidos en la prensa después de Franco y en la transición, ni tampoco las relaciones de amor-odio y “matrimonios de conveniencia” entre políticos y periodistas, lo que es indudable es que la política adquiere protagonismo en los medios de comunicación. Protagonismo que sigue siendo actual y que comparte con los sucesos y el futbol. Las televisiones públicas, de otro lado, son la tribuna de los partidos políticos que gobiernan en el territorio correspondiente y que son en realidad sus propietarios y, por ello mismo, han prosperado. Más de un periódico o diario es realmente propiedad de partidos políticos o están subvencionados con presupuesto público. Yo mismo he vivido a principios de la década de 1980, en líneas generales, las acciones dirigidas a la adquisición de un diario valenciano por el partido entonces en el poder.
Como cargo político, pero con mentalidad funcionarial, me he visto acosado por la prensa para conocer el estado de la producción del borrador de ley de la función pública valenciana y su contenido. Cuestión sobre la que personalmente no tenía nada que decir, ni consideraba que fuera oportuno o de interés. Pero lo cierto es que a los cargos superiores sí les interesaba, porque era evidenciar una actividad política y un modo de propagarla. Posteriormente, o casi simultáneamente, se hace presente la publicidad institucional, mucha de ella completamente innecesaria y sin interés para el ciudadano, pero que acaba fundándose en la necesidad, precisamente, de que los ciudadanos conozcan la existencia de las nuevas instituciones y no sólo al Estado y que acaban siendo también un medio de subvención a la prensa y modo, incluso, de premiarla o castigarla.
En definitiva, pues, aun cuando los perfiles políticos son claros, la cuestión acaba repercutiendo en la Administración. Los periodistas entran a formar parte de la red de relaciones que se genera en el seno de las Administraciones públicas y no sólo se relacionan con los políticos sino también con los funcionarios. El mismo político puede remitir al periodista a un funcionario para que le explique con detalle algún asunto y puede que ambos establezcan alguna relación más permanente; de modo que se llegue a acudir al funcionario y no al cargo político para obtener información alrededor de los asuntos. Si hay cambios políticos, o sin ellos, estas relaciones pueden dar lugar a filtraciones de asuntos, decisiones o proyectos, por funcionarios afectos a un partido y desafectos al que está en el poder. La politización en la Administración pública facilita esta situación e incluso el funcionario que ve ilegalidades puede llegar a pensar que la filtración es necesaria por razones de “salud pública”.
Los periodistas aterrizan en los gabinetes de los cargos políticos, intervienen en los discursos, contribuyen en la agenda de propaganda política y personal del político y también adquieren un mayor conocimiento de la Administración y de los funcionarios y, cuando la dejan, tienen un círculo mayor de relación y más conocimiento para tratar los asuntos que interesan y de las vías para obtener la información correspondiente.
En fin, sin perjuicio de la repercusión en el gasto público, si bien estas son las relaciones con la Administración, aún hay que resaltar que en la prensa, en los periódicos y medios de comunicación, Administración y Gobierno se confunden, y ello es por razón del peso existente de la Política sobre la Administración y de que interesa más la repercusión de una noticia que los procedimientos administrativos y que la situación jurídica y administrativa de un asunto, en buena parte por el partidismo político general de la prensa o de sus propietarios. Es posible que, en cierto modo, ello pueda corregirse por el conocimiento que algunos periodistas hayan adquirido prestando servicios en la Administración, pero al final lo que verdaderamente interesa es la repercusión política de la noticia; y es en este caso cuando las relaciones entre periodistas y políticos entran en juego, bien para cubrir sus mutuos intereses, bien para deteriorarse plenamente.
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