Voy a abordar una cuestión, la de la participación ciudadana, en la que tengo opiniones y sentimientos contrarios y respecto de la cual me muevo, pues, con dudas y contradicciones. Vaya por delante que creo que, además, alrededor del tema existe bastante demagogía y que si se aborda de modo general, no se tiene en cuenta verdaderamente la gestión y eficacia real de la administración pública.
La importancia del tema nace de que la participación ciudadana se considera como un sistema legitimador de las decisiones políticas y administrativas y por ello siempre está en boca de políticos y estudiosos de las ciencias políticas y administrativas, pero respecto del cual existen regulaciones concretas en las que se fijan los procedimientos para dicha participación, que, por tanto, son los que los funcionarios públicos consideran y aplican. Por esta consideración tan general del tema, el mismo está siempre de actualidad y, además se hace necesario precisar la idea. Hay que tener en cuenta, de otro lado, que la aplicación de las nuevas tecnologías y la utilización de las redes sociales ofrecen cauces nuevos de participación y de consulta que hacen popular el sistema y la cuestión de la participación, pero frente a lo cual hay que tener en cuenta la clase de decisión a adoptar, los procedimientos establecidos para la misma, intereses en juego, etc. Tampoco es lo mismo la consulta o la encuesta que la participación. Desde el punto de vista de la Administración, no basta con abrir un cauce de participación- consulta, pues ello sólo no significa nada, sino que la información recibida hay que procesarla y ello requiere medios y tiempo y finalmente es el organo decisor, normalmente político, el que la considera o no. Si no hay un procedimiento administrativo y una regulación de la participación y ésta se considera al efecto resolutorio, la mera consulta puede ser, lo dicho, un puro sistema demagógico y populista.
Como siempre escribo sin guión previo y las ideas que acuden a mi cabeza son muchas, es posible que no acierte en la reflexión o necesite más tiempo y más entradas para exponerla y no conecte, además, con el pensamiento que cada lector tenga sobre la cuestión. Trataré, pues, sin perjuicio de acudir a la doctrina y exponer algunas de las ideas existentes al efecto, de circunscribirme a los aspectos de gestión y administración pública que comporta la cuestión.
Es frecuente que se haga referencia simplemente a la participación ciudadana y que sea necesario ver si se refieren a la política o a la participación asuntos públicos o en funciones públicas o en la gestión y, además, descubrir el concepto que se tiene, por ejemplo, de funciones públicas por parte del autor correspondiente, pues puede ser lo mismo que la participación política o que los "asuntos públicos" o, por el contrario, identificarse con la participación en la gestión. Por ejemplo, ya que recientemente me he referido a Aristóteles, a continuación copio un párrafo de su obra La Política, ya citada en otras entradas, en el que queda de manifiesto, cuando se refiere a quienes tiene la condición de ciudadano, la importancia que en su tiempo y en el estado-ciudad se otorgaba a la participación. Dice así:
Hay, por tanto, indudablemente, diversas especies de ciudadanos y sólo lo es plenamente el que tiene participación en los poderes públicos. Si Homero pone en boca de Aquiles estas palabras:
¡Yo tratado como un vil extranjero¡
es que a sus ojos es uno extranjero en la ciudad cuando no participa en las funciones públicas; y allí donde se tiene cuidado de velar estas diferencias políticas, se hace únicamente al intento de halagar a los que no tienen otra cosa que el domicilio.
Toda la discusión precedente ha demostrado en que la virtud del hombre de bien y la virtud del ciudadano son idénticas y en que difieren; hemos hecho ver que en un Estado el ciudadano y el hombre virtuoso no son más que uno; que en otro se separan; y, en fin, que no todos son ciudadanos, sino que este título pertenece sólo al hombre político, que es o puede ser dueño de ocuparse, personal o colectivamente de los intereses comunes.
Creo que la cita es tan sugerente que con ella y un comentario dejo la cuestión para seguir en posteriores días. Lo primero a destacar es la importancia de la participación ya que supone la consideración de que bien corresponde sólo a los que tienen la condición de ciudadanos, según la sociedad y derecho de la época, o bien que quien no participa no es ciudadano en realidad. En segundo lugar la participación lo es respecto de poderes públicos y funciones públicas y propia sólo del hombre político. Al efecto hay que tener en cuenta la época de la cita, en cuanto la identidad entre política y funciones públicas parece presentarse plenamente, lo que coincide con el criterio restringido de funciones públicas o función pública que conceptualmente considero como básico. Pero la cita nos deja otros puntos de reflexión, sobre todo por la situación actual de España y la corrupción habida, puesto que puede pensarse que sólo los políticos o los cargos con potestades son ciudadanos de hecho y el resto no somos más que vecinos o domiciliados, lo que en determinadas situaciones podemos concluir que es una triste realidad. Pero el remate de la cuestión es que el ciudadano y el hombre virtuoso y el que se ocupa de los intereses comunes son una misma cosa. Luego, se ha de ser virtuoso y participar en las funciones públicas para ser ciudadano y, entonces, cabría decir, hoy y aquí, ¡Cuán pocos ciudadanos hay¡ Pero al momento surge la consecuencia de que hay que fomentar la participación en los poderes y funciones públicas de los ciudadanos, en su concepto general actual, que sean virtuosos, como garantía en las decisiones y como freno a la corrupción. Pero queda mucho por tratar.
Hay, por tanto, indudablemente, diversas especies de ciudadanos y sólo lo es plenamente el que tiene participación en los poderes públicos. Si Homero pone en boca de Aquiles estas palabras:
¡Yo tratado como un vil extranjero¡
es que a sus ojos es uno extranjero en la ciudad cuando no participa en las funciones públicas; y allí donde se tiene cuidado de velar estas diferencias políticas, se hace únicamente al intento de halagar a los que no tienen otra cosa que el domicilio.
Toda la discusión precedente ha demostrado en que la virtud del hombre de bien y la virtud del ciudadano son idénticas y en que difieren; hemos hecho ver que en un Estado el ciudadano y el hombre virtuoso no son más que uno; que en otro se separan; y, en fin, que no todos son ciudadanos, sino que este título pertenece sólo al hombre político, que es o puede ser dueño de ocuparse, personal o colectivamente de los intereses comunes.
Creo que la cita es tan sugerente que con ella y un comentario dejo la cuestión para seguir en posteriores días. Lo primero a destacar es la importancia de la participación ya que supone la consideración de que bien corresponde sólo a los que tienen la condición de ciudadanos, según la sociedad y derecho de la época, o bien que quien no participa no es ciudadano en realidad. En segundo lugar la participación lo es respecto de poderes públicos y funciones públicas y propia sólo del hombre político. Al efecto hay que tener en cuenta la época de la cita, en cuanto la identidad entre política y funciones públicas parece presentarse plenamente, lo que coincide con el criterio restringido de funciones públicas o función pública que conceptualmente considero como básico. Pero la cita nos deja otros puntos de reflexión, sobre todo por la situación actual de España y la corrupción habida, puesto que puede pensarse que sólo los políticos o los cargos con potestades son ciudadanos de hecho y el resto no somos más que vecinos o domiciliados, lo que en determinadas situaciones podemos concluir que es una triste realidad. Pero el remate de la cuestión es que el ciudadano y el hombre virtuoso y el que se ocupa de los intereses comunes son una misma cosa. Luego, se ha de ser virtuoso y participar en las funciones públicas para ser ciudadano y, entonces, cabría decir, hoy y aquí, ¡Cuán pocos ciudadanos hay¡ Pero al momento surge la consecuencia de que hay que fomentar la participación en los poderes y funciones públicas de los ciudadanos, en su concepto general actual, que sean virtuosos, como garantía en las decisiones y como freno a la corrupción. Pero queda mucho por tratar.
Acabas de realzar una de las grandes lacras de nuestro país, el concepto de "ciudadano". Pocas personas públicas, políticos de hecho o participantes en política, entienden bien el concepto, y menos aún la mayoría de los españoles. En el extranjero (citoyen, citizen, etc.) la idea es profundamente asimilada, a cualquier nivel social, y en consecuencia el "hecho público" es bastante doméstico. Aquí seguimos muchos pensando que "esto es cosa del Gobierno" y que no nos atañe de forma tan directa. Siempre he pensado que nuestro sistema educativo básico carece de un "adoctrinamiento" social altamente necesario: el conocimiento de las normas de circulación que guían nuestra vida en común.
ResponderEliminarEs indudable lo que comentas y la preocupación de los españoles ha de ser seria no sólo por la economía y la política sino por lo que preocupa a buena parte de nuestra juventud y por lo que se les transmite desde los gobiernos y las aulas. Gracias por tu colaboración
ResponderEliminar