Hechos como los producidos con la pasadas nevadas y temporales, que han afectado fuertemente a toda España, han tenido más repercusión cuando han afectado a zonas en donde, por ejemplo, la nieve no aparece o es un hecho extraordinario. En Valencia, en la zona de Requena- Utiel, donde si es más habitual el frío y la nieve, la intensidad del temporal ha dejado sin luz durante una semana, más o menos, a los vecinos de la zona y, lo que importa especialmente, al hospital público. Las críticas y las quejas han sido muchas y, efectivamente, creo que en estos tiempos es fácil considerar el gran problema que supone no tener luz o que no tengas conexión a internet. Y la pregunta que surge es si lo ocurrido era previsible o no y si tienen alguna responsabilidad los gobiernos territoriales correspondientes y sus Administraciones. Pregunta que no puede contestarse con un simple sí o no.
Estamos ante una de las cuestiones que en el derecho administrativo surge en ocasiones y es la previsibilidad o no de lo acontecido. Así en la contratación administrativa, respecto, por ejemplo, de las modificaciones en proyectos de obras que afectan al contrato en su contenido y en el coste, es habitual que a la hora de considerar si existe una negligencia o no se valore si lo ocurrido, si el factor nuevo, era o no previsible. Entiéndase, no sí no se había previsto, sino si era previsible o no; lo que significa, de ser previsible, que no se ha trabajado bien y que sí hay responsabilidad en la imprevisión. En estos casos cabe aplicar la misma fórmula y responder, en cada caso a la misma pregunta. Pero no pretendo entrar a efectuar un análisis jurídico de estas situaciones, sólo quiero contemplar los aspectos organizativos y la esencia de la actividad de una administración pública, propiamente dicha.
Y en este aspecto, me viene en mente que un funcionar bien. implica estar preparado para lo imprevisible; y se puede decir que eso no es posible pues lo imprevisible ya no lo sería. Es cierto, pues, que en esto, de lo previsible o no, hay unos límites y unos factores que permitirán en cada caso sospesar el buen o mal funcionamiento de una administración pública.
Pero para que haya una valoración exacta de las situaciones producidas y del funcionamiento de nuestras Administraciones públicas hay que considerar si su configuración actual les permite un buen funcionamiento o no y si cumplen las funciones que constituyen el núcleo esencial del administrar. Y así lo primero, es considerar si la previsión realmente existe y cómo ha de manifestarse a los ciudadanos su existencia. En la enumeración clásica de las funciones administrativas, podemos considerar como factor primero el de la previsión, que, ante una necesidad o actividad precisa de servicio que, formal o no, implica la existencia de una política pública o acción en favor de la ciudadanía y del bien general y público, requeriría un análisis previo de todo lo que lleva implícito. Análisis que desmenuzando las circunstancias posibles describa las acciones necesarias, su tiempo y los recursos precisos (presupuesto, personas, organización, regulación, etc.) De la previsión y del análisis se puede llegar al plan, se puede planificar el desarrollo de las acciones necesarias y la necesidad o no de coordinación y colaboración entre distintas Administraciones. Podemos concluir que esto es el abc de la cuestión. Pero ello no es posible si la política mal entendida lo tiñe todo, pues la organización profesional se resiente o no existe en la realidad.
Por encima del problema político de cada día, la Administración ha de actuar en lo de siempre, ha de ser una fuente de datos, la memoria, la depositante de los antecedentes. La Administración ha de ser permanente, por eso no puede cambiar gratuitamente o arbitrariamente a sus elementos. Sus cambios, además de a la necesidad, han de obedecer a la lógica y a la eficacia y no a simples intereses de partidos o a políticas cínicas o de mera propaganda. Los presupuestos públicos no pueden dedicarse a políticas que son meramente electorales o de "progresía", mientras las organizaciones y actividades básicas no se pueden desarrollar, por carecer de política pública o de organización o de medios. El cambio por el cambio no es nada, puede llevar a efectos perversos en la organización administrativa y lo que tarda años en construirse se destruye en un momento. La previsión debe llevar al plan, a la política pública, a su dotación, a su desarrollo y a su evaluación y al mantenimiento de todo ello, para que llegado el momento haya eficacia. Tanto hablar y hablar con terminologías modernas que si gobernanza, que si implementación, etc. y luego ser incapaz de actuar conjuntamente con el vecino o de poner los medios y recursos necesarios, mientras se investiga con dinero público la lenteja indochina en zonas desérticas o de escasa pluviometría, dicho sea por decir. No se pararían de enumerar disparates cometidos en la planificación urbanística de nuestras costas y de la invasión inadecuada de la zona marítimo terrestre, por ejemplo. Puede que realizados en contra de informes que preveían los efectos posibles de llevarse a cabo e, incluso, en contra de la legalidad.
La previsión requiere de administración, de conservación de los antecedentes que sean la memoria que permite conocer lo acontecido, su frecuencia, condiciones en que produce. Esto es información precisa para decidir. La previsión es una acción permanente y su utilidad se percibe cuando no existe. No organizar la previsión, es crear más imprevisibles, hacerlo es disminuir los imprevisibles y los imprevistos.
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