jueves, 13 de enero de 2011

MI HEMEROTECA: Frustación

Ya que en las últimas entradas se ha hecho referencia a los políticos en la Administración pública, parece oportuno reproducir un artículo mio publicado en el diario Las Provincias del 2 de mayo de 1992, con el título arriba referido. Decía así:

Significaba tanto el valor de la democracia y había tantas esperanzas en el cambio político que la frustación que me parece percibir era previsible con carácter general. Si la apreciación puede ser algo exagerada, quizá lo sea por subjetiva y pesonal o, simplemente, por un reflejo de la situación provocada por la comparación con el, real o aparente, auge de otras ciudades o regiones por la mejora de sus infraestructuras.

Sea como sea, desde mis preocupaciones, ya en los momentos de la preautonomía expuse la conexión existente entre Administración y Gobierno o, lo que es lo mismo, entre Administración y política. La Administración concreta y hace efectivos los programas políticos mediante su actividad, pero el Gobierno es el responsable de su conformación, dirección y efectividad.

Me parece que hasta ahora los ciudadanos vienen valorando ideas, programas, planes, proyectos y normas y muy poco los hechos, los actos y las realidades.

Políticamente, también ha interesado más el alcance del poder en el seno de cada partido político; éste ha sido el factor considerado como habilitante para poder conseguir fines y realizar actuaciones concretas. Sin embargo, al convertirse dicho alcance en un  fin en sí mismo no deja tiempo para los hechos, para que los programas políticos, de partido o de gobierno, sean realidades. Por ello nos hemos quedado con las ideas (cada día más confusas), y simplemente con los actos administrativos. Además resulta que en el seno interno de los partidos los hechos de gobierno, de buena administración y de cumplimiento de programas no son la vía de la conquista del poder, por el contrario puede ser la de su pérdida.

La cuestión se agudiza cuando, además, los partidos políticos no cuentan con profesionales en Administración Pública, especialistas y generalistas, y cuando la Administración se desprofesionaliza o los gobiernos desconfían del personal de carrera y se apoyan en aprendices, diletantes o políticos de medio pelo. Entonces una parte de la realidad, la de la Administración Pública y su capacidad, efectividad, estructura y respuestas que puede ofrecer, se ignora. Y, en consecuencia, los programas políticos pueden ser imposibles de cumplir o quedar en simples promesas y el resultado es el incremento del gasto público sin la realidad de la obra y el servicio público.

Un amigo mío, catedrático de Ciencia de la Administración, me decía "Andrés, cuando los gobiernos políticos emprenden programas serios de reforma administrativa, es síntoma de su decadencia".

Particularmente, presiento la decadencia pero, de momento, no veo programas serios de reforma administrativa.

En fin, al releer este artículo y vista mi hemerotca y los comentarios del blog, no cabe duda que repito el mismo discurso cientos de veces y que mis ideas centrales o nucleares no han cambiado mucho. también puede que la realidad política sea también la misma siempre o, más bien, que empeore cada día más.

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