Aún están en pleno debate de investidura y entre muchas cuestiones que me ha planteado el terrible discurso del candidato a la misma, en el que las múltiples medidas, que son hojas que no ocultan el podrido tronco que lo configura, me ocupo sólo del comentario que se refiere a la judicialización de la política como algo que supone una perturbación de la segunda; de modo que marca el predominio del gobierno y de los partidos sobre la ley y niega la división de poderes y, en consecuencia, el Derecho y la democracia.
Y es que precisamente la ley es el poder y lo es sólo cuando los diferentes poderes del estado de modo independiente y no de modo totalitario, la configuran y la hacen efectiva y real, mediante un adecuado gobierno y administración. Eso es POLÍTICA y el DERECHO es su consecuencia y es la DEMOCRACIA.
Por eso es bueno que lleguen a la Justicia y a los jueces los quebrantos de la ley, porque su juicio es política, es consecuencia de los poderes estatales y de la ley que el parlamento otorga sobre bases morales universales y no sobre corrupciones de todo ello. Y lo es en cuanto declaran lo que es la ley y, por tanto, lo que es política y derecho y, con ello, consolidan la democracia y la libertad de los ciudadanos. Lo otro, la sustitución de los poderes públicos por comisiones de partidos y políticos no elegidos, sino ocultos en el partido de turno, que es el que los elige e impone, es puro ataque a lo más sagrado de la democracia. Bienvenida, ante todo lo que he oído, sea la judicialización, si la Justicia es libre y profesional y no obra de la mentira y del totalitarismo que se nos anuncia.
Y mientras tanto oigo un magnífico discurso del Sr. Casado.
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