La reproducción de los artículos de opinión que hace años publiqué en el diario valenciano Las Provincias sirve para ver lo poco que han cambiado las cosas. En esta ocasión reproduzco el publicado el día 30 de abril de 1993, casí hace 18 años, el cual, salvo por el hecho de que la derecha ya ha sido alternativa y ha gobernado, sigue siendo de actualidad. Decía así:
En mis comentarios, normalmente, pretendo conectar cuestiones de actualidad con los temas que afectan a la Administración Pública en general, tratando al mismo tiempo de ser objetivo a través de enfoques más técnicos que políticos, si bien es imposible no aludir a asuntos que contienen aspectos claramente políticos. En el comentario de hoy, la Administración Pública queda más alejada que de costumbre, ya que mi reflexión tiene su origen en la preocupación que me produce el tenor de algunas de las manifestaciones que, en este momento preelectoral, se vienen realizando.
Y es que vengo asistiendo a una serie de afirmaciones según las cuales el advenimiento de la derecha al poder representaría una vuelta a los tiempos de las cavernas. También leo que la crispación política se debe a un resurgimiento del fascismo o bien lo promueve, de modo que se ponen en relación hechos extremistas y asesinatos recientes -con raíces políticas o no- con una euforia nacida de un posible gobierno de la derecha política o producto del talante de sus críticas a la política del Gobierno en el poder. El hecho me preocupa, independientemente de los extremismos de uno u otro signo -los cuales han aflorado aprovechando las circunstancias-, porque las manifestaciones señaladas ponen de relieve la inmadurez política en que aún estamos sumidos a 15 años vista de la promulgación de nuestra Constitución.
Ha sido bueno para España, por encima de las políticas concretas y su resultado, que haya un gobierno socialista y, a la vista de las manifestaciones antes apuntadas, va a ser necesario, para que el sistema democrático se consolide, que gobierne la derecha, precisamente para que quede claro su valor democrático, que de otros modo quedaría permanentemente contestado y nunca comprobado.
De otro lado, es necesario que se tenga que asumir por los hechos que no todo es válido al objeto de conservar el poder, y que lo que denominan crispaciones políticas no son más que las consecuencias de la lucha por el poder y las críticas a la gestión política y administrativa realizada, y que, si estas críticas hacen mella en los ciudadanos y surge una alternativa al poder establecido, los primeros responsables no son los extremismos, sean de derecha o izquierda, ni las críticas en sí, sino que son aquellos que han tenido la responsabilidad de gobierno y de la administración pública y las actuaciones que han producido la frustación, el desánimo y los actuales problemas sociales y económicos.
No es necesario enumerar, una por una, las distintas actuaciones que hayan producido los efectos antes señalados, pero son ellas las que de persistir o continuar en el futuro, sea quien sea el que las lleve a cabo, las que conduciendo a la desconfianza en nuestros políticos y, de rechazo, en el sistema en general, conducen a los extremismos y al fascismo que se cita.
Muchos ciudadanos esperamos más autocrítica en los responsables políticos o, por lo menos, no deseamos aquellas críticas o manifestaciones que, tal como señalan los propios políticos cuando a sus intereses conviene, pueden desestabilizar el sistema; aún cuando sepamos que, en el fondo, sólo se trata de seguir mandando.
Que cada lector apostille a su gusto esa entrada comparando con la situación de hoy en día.
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