Para empezar el año acudo a mi hemeroteca y al año 1992, a finales del mismo, en 16 de diciembre de 1992, y encuentro el artículo publicado en el diario Las Provincias, el cual parece desmentir el dicho de "año nuevo,vida nueva". Al revés, cuanto mayor te haces, compruebas que nada hay nuevo bajo el sol y que en buena parte las cosas sociales y administrativas pueden incluso ser peores; pero otro día hablaremos de las últimas medidas de gobierno, ahora transcribo el citado artículo:
Me parece que el momento político, económico y social es importante para la consolidación definitiva de la democracia. El presidente del gobierno central ha señalado que es más grave la alarma social que la corrupción existente y, precisamente, ello debía llevarle a una reflexión más profunda y preguntarse si es únicamente la corrupción la causa de la alarma social o sólo el detonante, la gota que colma el vaso o la simple manifestación de una serie de efectos acumulados que producen la crítica, el desánimo o la indignación, según los casos.
Catorce años de vigencia de nuestra Constitución y del ejercicio democrático de la acción política son suficientes para que ésta sea hoy algo más que un grupo de amigos, mal o bien avenidos, ocupados en ejercer una actividad dialéctica de desprestigio de quienes no forman parte del grupo, piensan de modo contrario o no ejercen de oposición activa al poder de turno. La dialéctica, la manifestación callejera, la pancarta, la descalificación ya no bastan para convencer a los ciudadanos. Son los hechos de gobierno los únicos que pueden convencer.
Ya no son suficientes las leyes con finalidad propagandística, ni basta tampoco aparentar que se hacen cosas o que se está cambiando, es preciso que aquéllas sean efectivas y reales y para ello es necesario gobernar y administrar. Los amigos o los que de nosotros dependen, solamente, no sirven, la mayoría de las veces nos dicen lo que queremos oír; no nos permiten conocer la realidad. Son malos consejeros y todavía es peor si, además, les hemos encomendado el gobierno y la administración.
Los poderes públicos, los partidos, los políticos, son los primeros que tiene que respetar al resto de las instituciones. No se puede gobernar, ni legislar, ni juzgar desde la prepotencia o considerando solamente a unas minorías e ignorando a otras, execrando unos crímenes y silenciando otros, no respetando las decisiones judiciales o incumpliendo las sentencias; no se puede hacer referencia a la soberanía del Senado, por ejemplo, para dudar de una decisión del Tribunal Constitucional, cuando la única soberanía es la estatal y cuando todos sus poderes, todos, están sometidos al derecho; no se pueden tomar decisiones económicas sin análisis y estudios profundos y sin crear riqueza; no se puede ignorar el orden público, el ruido, el tráfico urbano, etc. Todo ello es algo más que corrupción, es torpeza.
Es hora de que los políticos de partido asuman la importancia de la Administración Pública y hagan, en general, política de Estado -política con mayúsculas- y sean capaces de defender a los diferentes poderes estatales, fomentando la unidad de sus instituciones, coordinándolas y consiguiendo el equilibrio que dichos poderes determinan o deben determinar.
Leído lo leído, ¿han cambiado algo estos últimos 20 años? Parece que poco y que como en la canción la vida sigue igual. Tenemos nuevo gobierno, nuevo signo político en él y las primeras medidas siembran dudas y, como decía, hay que comentarlas otro día, con más datos en la mano. Pero la desconfianza surge cuando desde finales del siglo XIX andamos por similares caminos y problemas. El aburrimiento de repetir lo mismo cada día, impele a renunciar a seguir escribiendo, pues es un simple pontificar inútil y ridículo, sin efecto alguno y, al final, son iguales tirios y troyanos.
2012: FELIZ AÑO UNAMUNO “SEPARADO DEL SERVICIO A PERPETUIDAD”
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