Mis seguidores saben sobradamente que el ruido y el botellón son temas recurrentes en el blog y que forman parte de mis preocupaciones y problemas, pues bien estos días ha surgido la noticia de que el Gobierno pretende multar a los padres por los comas etílicos de sus hijos menores. La medida se funda en razones sanitarias y de salud y lo que de inmediato me viene a la cabeza es que llega tarde y mal. En Valencia ya hace mucho tiempo que se dictó una ley en la que la bebida en la calle estaba prohibida, pero era papel mojado y no había ni hay medios (viendo el punto al que hemos llegado) ni voluntad política para poder hacer efectiva dicha ley y de paso todas las normas contra el ruido del que la bebida en la calle y el botellón son causa evidente. Tarde y mal, porque por un lado se dictan esas normas y por otro políticamente se ha fomentado el desorden y el desmadre, entre otras por razones como éstas en el caso valenciano:
a) Creer que la fiesta nocturna y los pubs y discotecas son un atractivo turístico y favorecen la economía.
b) Por dicha razón de economía, considerar que los intereses de los empresarios del ocio son prioritarios incluso frente a derechos fundamentales que para sernos reconocidos se ha tenido que recurrir a la justicia europea y de derechos humanos. Pese a ello se siguen sin respetar las normas y las zonas declaradas acústicamente saturadas. Al final de este vídeo, http://www.rtvv.es/es/societatanonima/SA-Societat-Anonima-Maleducats-Cap_13_633066694.html pueden ver el "genero" que pulula por mi barrio por las noches y su gran "nivel" y el porvenir que representan.
c) Al fomentar la actividad de bares, no controlar los requisitos de las licencias, aquéllos proliferaron de modo increíble. La impresión que se ofrece es que no hay actividad económica mejor y que eso es todo lo que nos ofrecen nuestras políticas públicas para salvar la crisis y el desempleo. Pero la crisis también es el enemigo de los pubes y discotecas y el botellón improvisado o el macrobotellón impresentable, consentido y autorizado administrativamente, prolifera con lo que los "empresarios del ocio" ya dejan de ganar y protestan porque estas actividades en la calle van en contra de sus intereses.
d) La actividad de los bares se ha convertido en restauradora y al amparo de la Ley antitabaco han aumentado el espacio de sus locales a las aceras públicas, bien con descontrol total del exceso de ocupación o sólo controlado por las tasas a cobrar, pero siempre en perjuicio del simple ciudadano y peatón que ahora fuma más que antes, pues se traga, al pasar, el humo de los fumadores en mesita callejera o puerta del local de turno y tampoco se le deja dormir porque, cerradas las "terrazas" y quitadas las mesas, los borrachitos y borrachitas, cantan, gritan, etc. Y eso ya es en cualquier día de la semana.
Todo hace pensar que la situación se ha desbordado y se llega tarde para poner remedio y porque, quién sabe por qué, prohibir estas actividades no es "progresista" y queda mal, como algo facha y retrógrado. Quizá no se trate de crear nuestra propia brigada de los intocables de Eliot Ness, pero acabar con la protección a estas situaciones por parte de los políticos y, a través de ellos, por la Administración, parece necesario e intervenir desde la educación más temprana también. Pues muchos padres no pueden luchar contra este ambiente, en una sociedad que ha restado papel a la familia y a la potestad paterna o materna en posturas que rechazan la autoridad y que permite la denuncia de hijos a padres con bastante alegría. No pueden prohibir a sus hijos lo que se ha convertido en norma social, marchan contra corriente y se presentan como tozudos y tiranos. Claro que hay casos para todo, pero la permisividad ha acabado con el sentido del orden y la proporción y desde la educación hasta el populismo y electoralismo de nuestros políticos todo tiene mucho que ver.
Pero hay una perla más que abunda en la dificultad actual de controlar el tema, una juez de Valencia, nos dice el diario Las Provincias, yendo más allá de los pedimentos de las partes, pone en duda la legalidad de algunos artículos de la ordenanza municipal, que permiten multar por ruido, al fundarse la multa en el simple criterio o apreciación del policía y prácticamente exige en todo caso una medición. Esperemos que la segunda instancia subsane la cuestión, si no el policía local del futuro necesitará un carrito para llevar cada "aparatito" que se precise, ahora o en el futuro, para probar las infracciones: Porra, linterna, pistola, esposas, radio-teléfono, sonómetro, alcoholímetro, cámara de vídeo, bolígrafo, libreta, etc. A esta juez le mandaría yo unos estudiantes de vecinos, pared con pared con su dormitorio, un grupo jaranero cada noche frente al portal de su casa y unos cuatro o cinco bares - restaurantes en el tramo de calle donde habita. En fin, no lo digo por esa juez, que no sé quien es, pero es que además lo contencioso administrativo me parece a mí que se ha convertido para algunos de la carrera judicial en algo más "cómodo" que otras jurisdicciones o en refugio y cementerio de algunos "problemillas" burocrático-judiciales. Eso de la especialización ha pasado a ser historia y los juzgados pueden tener aspectos favorables y desfavorables, pues bien se creen todo lo que dice la Administración o evitarle problemas gordos o bien surgen guerreros dispuestos a poner a la Administración en su sitio y enseñarle lo que es derecho. Para postre añadimos una tasa por apelar y échese vd. a dormir, si le dejan claro.
Otra perla se ha producido este fin de semana, plagado de fiestas falleras en la calle, ya que, aprovechando el ruido callejero, unos ladrones han podido hacer un butrón en los bajos de una finca, para robar una joyería sin que los vecinos apreciaran el hecho. Y nos espera una verbena de San Juan cada día más desmadrada y que ya nada tiene que ver con la tradición reposada de antaño y una vez más la "repercusión turistica", léase Erasmus y compañía, es la razón de la permisibilidad. Un abuso general que no puede controlarse y una mala educación que es la norma.
Otra perla se ha producido este fin de semana, plagado de fiestas falleras en la calle, ya que, aprovechando el ruido callejero, unos ladrones han podido hacer un butrón en los bajos de una finca, para robar una joyería sin que los vecinos apreciaran el hecho. Y nos espera una verbena de San Juan cada día más desmadrada y que ya nada tiene que ver con la tradición reposada de antaño y una vez más la "repercusión turistica", léase Erasmus y compañía, es la razón de la permisibilidad. Un abuso general que no puede controlarse y una mala educación que es la norma.
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