domingo, 20 de abril de 2008

LA DIRECCIÓN GENERAL DE ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA Y PROCEDIMIENTOS


Al leer la estructuración del Ministerio de Administraciones Públicas, pese a ser ya un funcionario jubilado, me he sentido profundamente menospreciado, porque toda mi vida profesional y académica ha transcurrido preocupado por las cuestiones relativas a la organización de la Administración pública y su buen funcionamiento y como yo, de una u otra manera, muchos funcionarios. Y veo que en dicho Ministerio, para mí venido a menos desde que sus funciones o políticas públicas no están incluidas en la Presidencia y desde el nacimiento de la Administración pública de las Comunidades Autónomas (de ahí mi calificación de ministerio endógeno en otro post), se establece una Dirección General de Organización Administrativa que ejercerá las funciones hasta el momento desempeñadas por la Dirección General de Organización e Inspección de Servicios, con exclusión de las retribuciones y los puestos de trabajo del personal funcionario y laboral cuyas funciones se desempeñarán por la Dirección General de la Función Pública y se le atribuyen en cambio las funciones de simplificación y racionalización procedimental de la extinguida Dirección General de Modernización. Pero lo más llamativo es que para el cargo titular de dicha Dirección General no se precisa ser funcionario.

Puede que a algunos de mis lectores no les guste lo que voy a decir, pues a través de mis visitas a otros blogs empiezo a ser consciente de una lucha corporativa entre los Administradores generales de carácter superior y los Técnicos superiores de Sistemas y Tecnologías de la Información, que, desde mi punto de vista, me presenta y ofrece realmente un olvido significativo de las políticas públicas en Administración pública como un conjunto, para poner el acento en simples técnicas aplicativas. Es decir, un conjunto de árboles que no dejan ver el bosque. El bosque es precisamente la Organización de la Administración pública y de ella, por ejemplo, no se pueden separar los puestos de trabajo, pues las relaciones de puestos de trabajo y su análisis previo y constante constituye, a mi modo de ver, el observatorio permanente del funcionamiento de cada órgano y, por, tanto de cada Administración pública. Lo que me ofrece la actual reestructuración, por ejemplo, es una visión de puestos de trabajo y retribuciones como temas ligados y una visión, por tanto, raquítica del puesto de trabajo. Esta conexión entre puestos de trabajo y sistema retributivo y su atribución a la Dirección General de Función Pública huele a materia para sindicatos. La realidad es, o debería de ser, que el estudio permanente de cada puesto de trabajo constituyera la base para establecer su nivel y responsabilidad, calibrar la gestión y decidir la estructura. Pero ya hemos visto que estas decisiones se realizan a capricho y por decisión política, sin el ejercicio más elemental de cumplimiento de los procedimientos que aconseja la formulación de las políticas públicas desde la Ciencia de la Administración y desde luego sin nada que ver con lo que vengo exponiendo por mi parte.

Además, si no me equivoco, del Director General no funcionario va a depender la Inspección de Servicios. No sé porqué esta Dirección General me recuerda a las antiguas Oficinas de Organización y Métodos de los 1960 y otro término tan vacío, en el orden de la gran política de administración pública, como el más actual de Modernización administrativa, dado que se ocupan de los simples árboles, y que me perdonen quienes se ocupen de ellos porque no pretendo desmerecer una función plenamente necesaria, pero es que la considero inútil o propia de una pequeña empresa, si realmente no existe una gran política de Administración pública en la que la organización, en su gran y amplio sentido, no se desarrolle por funcionarios con gran experiencia, con autoridad, coordinadamente y en el seno de la Presidencia y no de un Ministerio de tercer orden, creado para cubrir compromisos políticos. Sólo la existencia de un Ministerio ocupado de la hacienda y el gasto público puede poner freno en el desmadre que puede resultar de todo esto; si bien con ello ocupe espacios que no le corresponden y patrimonialice de modo real la organización.

Si se desmerece a los funcionarios y a las políticas públicas de Administración, se desmerece al ciudadano, se elimina el servicio al público y se crea una cohorte de “empleados” y “dependientes” a mayor gloria del César. Eso no es la Administración pública que yo concibo. En fin estos son los sentimientos más primarios que en mí provoca la estructuración del Ministerio de Administraciones Públicas.

¡Qué pena y qué vergüenza¡

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