Es indudable que pertenezco al grupo de los mayores y ancianos y no sólo por razones de edad, siempre presentes, sino por la incomprensión y falta de tolerancia con que afronto determinados comportamientos sociales, políticos y administrativos. Viene ello a cuenta del macrobotellón que el pasado día 5, jueves, se organizó en el campus universitario, zona lindante con el barrio en el que vivo o mal vivo, gracias a nuestra administración municipal. De buena mañana numerosos grupos de jóvenes con sus mochilas se proveían en los comercios del barrio de comida y bebida al efecto. La referencia que realiza el diario de las Provincias es clarificadora.
La vergüenza que me invade respecto de lo que vi y de lo que leo es profunda y la desazón que me produce el comportamiento de estos jóvenes también. Sé que en toda época los jóvenes estudiantes hemos sido objeto de una visión desfavorable de nuestros mayores y que en toda época aquéllos han sido mal considerados por razón de sus comportamientos, en buena parte, manifestativos de la falta de estudio y de alegrías demostrativas de su “dolce far niente” propio de privilegiados e irresponsables niñatos, frente a aquéllos que desde su primera juventud e, incluso niñez, tenían que enfrentarse con el duro cumplimiento de un trabajo diario y todavía de una posguerra no superada. En general, por ello, mal vistos por una buena parte de la sociedad. Mala imagen dábamos los estudiantes de derecho el llamado “día del borrego” cuando se recibía el primer día de curso a los novatos a golpe de paquetes de polvos de blanco de España, ensuciando la céntricas calles de Valencia y las columnas y paredes del claustro de la vieja Universidad o cuando, en horas de clase, el Club universitario permanecía lleno de estudiantes jugando a los dados o bebiendo cerveza u otras bebidas. Entonces estudiar en la universidad se podía considerar un privilegio, hoy resulta normal y corriente, la masificación y la falta de preparación actual constituye un problema social y futuro, ya que de la excelencia de aquellos que pueden acceder a los puestos de mayor responsabilidad depende lo que sea nuestra sociedad, nuestra nación y nuestro Estado y, por tanto, la vida de los españoles o de lo que nuestros políticos quieran que seamos, pues poco podemos hacer, salvo votar a quienes en realidad querríamos botar, mientras nos imponen su dictado general. En toda época, pues, cuecen habas. Pero la imagen que me ofrece la actualidad me resulta mucho más preocupante y exagerada que la de antaño. El número de estudiantes es mayor, la permisividad también y la actuación política, educativa y administrativa deplorables y la falta de trabajo acuciante.
La fiesta estudiantil, es ya diaria, la noche en Valencia nos muestra cada día los grupos de jóvenes, y prácticamente niños, preparados para dirigirse a los puntos de reunión y bebercio y a cualquier hora te despierta el grito del gamberro borracho o de la histérica y ridícula niñita de turno. Por ello choca que se lea, tras una fracasada, por prohibida, general paella callejera y alternativo botellón convocado a través de la red, que llevamos todo el año esperando este momento y por culpa de la Universidad o de nuestros representantes, nunca lo sabremos, no nos vamos a quedar sin celebrar la fiesta que no hace daño a nadie o el año que viene espabilarán y buscarán lugar donde hacer paellas porque les hemos demostrado que nosotros no vamos a dejar de hacer el día de la paella o como el gracioso de turno Tanto estudiar Óptica para acabar ciegos. Pues bien a estos tipos es probable que a través del partido de turno, fuente hoy segura de empleo, se los vean ustedes dirigiendo su sociedad, sin mérito ni capacidad, pero dictando a placer lo que los demás hemos de soportar, incumpliendo todas las leyes sin la menor consideración o ejecutándolas a su gusto y dominando todos los poderes públicos en una partitocracia absoluta y dictatorial.
Mientras, la pasividad municipal es evidente, no sea que los chicos se enfaden y no nos voten, y la ciudad se convierte, ocupada por borrachos, mal educados estudiantes pendientes de la fiesta continúa y, en su caso, de la consola de video juegos, gritones y estrafalarios, en el dominio de unos pocos, en zona de bebería y bebendurria, con mesas y sin ellas, en fumadero general, estercolero y letrina pública, mientras los impuestos los pagamos esos mayores a los que sí se nos hace daño, no sólo por que se afecta a nuestra vida, intimidad y descanso, sino porque moralmente nos resentimos pensando en el porvenir que aguarda a nuestros nietos y a nuestra sociedad, por esta y otras muchas cosas que están en la mente de todos ante el gobierno que nos somete a cambios del sentido de la ley y de nuestra Constitución al margen de los procedimientos legales, por la vía de hecho y del contubernio.
Como este mes hemos de votar, amiga Rita, popular en lo personal y político, y populista en general, quédate con el botellón, pero no con mi voto, porque no sólo de lo bueno eres responsable sino porque eres la cabeza de una administración plagada de vulgares concejales, ignorantes del derecho y de la ley y de una, al menos aparente, corrupción en la concesión de licencias y otros menesteres. Y dar gracias a que la oposición cuenta con un gobierno central que os supera en mucho en el despropósito y empeñado en cabrear a los valencianos, quizá porque vosotros estáis en el poder o por su incapacidad de conectar con nuestros sentimientos y, por qué no, por la gran “calidad” e “imparcialidad” de sus dirigentes. No olvidemos que estos políticos son responsables directos de la conformación de nuestra sociedad, primero porque en los parlamentos dictan las leyes que luego incumplen, por que dicen lo que ha de ser pero luego no hacen. Por tanto, en realidad, “desconfiguran” a troche y moche. ¿Cómo llamar a esto Estado de Derecho?, cuando tenemos una administración espuria, nada pública, propiedad de unos pocos y nada al servicio de la ley y del interés general declarado en las leyes. Esto es una dictadura de tomo y lomo, en la que algunos no contamos para nada, salvo para pagar, o en la que una parte de la sociedad y sus valores ha de ser eliminada en favor de la otra.
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