Como
hago periódicamente repaso los clásicos, porque de un modo u otro aprendo mucho
y me consuela el hecho de adverar que la situación política, social, administrativa
y jurídica es de lo peor que he vivido y que no hay más principios que la
utilidad personal y, como he dicho en otras ocasiones, la política se ha
convertido en una farsa, que ya es grotesca y escandalosa, y no sólo en España.
Así, en su tratado De los deberes, Cicerón, que se dirigía especialmente a su hijo, se refiere a la utilidad y lo
honestidad y preguntase si la primera se conforma con la segunda, para tras varias
reflexiones venir a algunas conclusiones, pero siendo la más filosófica que la
honestidad es útil, mientras que la utilidad no siempre es honesta.
Hoy
son innumerables los ejemplos de la utilidad deshonesta. También otro capítulo
lo enuncia diciendo: Cuan infame es
añadir mentira a la disimulación: ¿qué es dolo malo? Y
lo primero que dice es: Más siendo tan
reprensible el callar, ¿qué se ha de juzgar de aquellos que se valen del
artificio y mentira?
Y no pude remediar pensar en nuestros políticos y el
espectáculo de las Cortes, que existe sin duda porque toman al ciudadano por
tonto. Este capítulo va desmenuzando algunas conductas para llevarnos al siguiente
titulado Leyes de los romanos contra el
dolo malo y fraude, siguiendo a éste el titulado Disposición del derecho romano para establecer la buena fe en los
contratos y, aun refiriéndose al
derecho civil, lo que dice en cuanto a que ante la mentira, el dolo y la mala fe
en un contrato obligan al que engaña al resarcimiento y se le hace responsable
de las faltas que tenga su heredad.
Acabo con dos frases en el Capítulo XVI en
el que recoge fórmulas y reglas contra la mala fe, escribe: ¿Qué fórmula más
estimable que ésta: a fin que ni por ti ni
por tu palabra sea yo burlado o engañado? Y aquellas palabras de oro: conviene obrar bien y sin fraude, como se
acostumbra entre los buenos.
Leídas
estas cosas, que son morales y principios que recoge de un modo u otro el
derecho, trasladaba yo la cuestión al derecho público y a la política y me
peguntaba ¿ cómo estas reglas de oro se ignoran permanente en la acción política
y porqué no aparecen marcadas en negrita y mayúsculas en el derecho público? ¿Por
qué no existe la real responsabilidad del político que engaña en todo momento y
oculta su incapacidad mintiendo sobre sus conocimientos, estudios o experiencia,
e incluso acude al fraude para adquirir titulaciones académicas que le den
brillo o respetabilidad? ¿No es este un modo de mala fe y deshonestidad y puede
un deshonesto o unos deshonestos gobernar una nación, sin responder de sus
hechos?
De
otro lado, ¿por qué no se considera el programa de un partido un contrato
electoral y un fraude su incumplimiento? Así proliferan las políticas sin
recursos, las leyes vacías de contenido, los ministerios sin gestión, las
subvenciones improductivas y una administración destrozada, servil y
dependiente; Sólo hay comisiones parlamentarias para crear un ambiente de
control y honestidad inexistentes. Los partidos políticos son oficinas de empleo
público y confeccionan el programa electoral y de gobierno sin conocer la Administración,
sus recursos y su organización o desorganización y prometen sin sentido lo
irrealizable, pensando que lo solucionarán aumentando ingresos, que repercuten
en el bolsillo del ciudadano.
Esto
es un fraude igual que los que Cicerón denuncia y peor pues no se dan en un
ámbito privado, sino en el más público, hasta convertir el Estado de derecho y
democrático, también en un fraude adornado de palabras, bien alambicadas, bien en
idioma incomprensible para el ciudadano, que nunca producen nada, nunca llegan
a ser hechos.
Para qué seguir, no acabaría. El derecho natural, sea cual sea la
concepción que del mismo se tenga, ha de contener de modo ineludible lo
improcedente e ilegal del fraude político, porque siempre la honestidad, la
justicia y la verdad han de ser elementos constitutivos de todo derecho y la responsabilidad
y la sanción las medidas para su eficacia.
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