Leo la instancia que el PSOE de Castilla-La Mancha realiza a los militantes de PP de la Comunidad a que se rebelen contra las propuestas de Francisco Camps y Ramón Valcarcel respecto de la política del agua y también leo que Aznar en su discurso de investidura como doctor honoris causa por la Universidad Cardenal Herrera de Valencia cuestionó el poder autonómico frente al debilitamiento del Estado y dijo “Un Estado con un poder descentralizado no funciona”
La cuestión tiene relación con las citas que de los clásicos vengo haciendo y con la encuesta aún abierta que he realizado y que en su momento comentaré, tanto en cuanto a su adecuación como en cuanto sus resultados. En lo señalado se refleja algo que está en el ambiente en general y se plantean cuestiones que deben de ser consideradas y es, sin perjuicio de posibles cambios constitucionales, si, partiendo de nuestra historia y de la Constitución vigente, no se está produciendo una disolución de la Administración General del Estado y, con ella, ese debilitamiento señalado de éste, que además se acompaña de una pérdida del sentido del interés general o común de todos los españoles y una carencia de dicho sentido en los políticos autonómicos, cuando no de una falta general de ética y moral en el ejercicio de la política diaria, que afecta directamente a la administración pública y, en consecuencia, a los españoles.
Empezaba el año diciendo que no hay nada nuevo bajo el sol y he reflejado textos de Alejandro de Oliván y hoy también nos va a ser de utilidad, porque en su obra ya citada De la Administración Pública con relación a España, prologada por Eduardo García de Enterría, nos apunta varias cosas en relación a la centralización y descentralización que conviene conocer. Por lo que afecta a la Administración General del Estado, por ejemplo, cuya descentralización entonces, como es natural, se predicaba respecto de los entes locales, nos dice:
Si la Administración es en lo personal el sistema organizado para transmitir y hacer eficaz el impulso del Poder Supremo, obligando a la observancia de las leyes, no se concibe cómo pudiera estar escentralizada, o independiente de él, puesto que entonces el precepto central no tendría agentes que lo hiciesen cumplir, sino que por todas partes se encontraría con voluntades que lo sujetasen a discusión. Sin Administración subordinada no hay gobierno, sino a lo sumo dar consejos.
La cuestión está muy clara y ahora el lector sólo debe reflexionar sobre cuántas cuestiones o leyes de ámbito nacionalno se gestionan ni ejecutan por la Administración General del Estado sino por las Comunidades Autónomas y cuál es el papel real de los Delegados del Gobierno y el factor representativo de los Presidentes de aquéllas, sin perjuicio de la confusión entre cargos públicos y cargos de los partidos políticos.
El siguiente texto, bastante más largo, simplemente lo reflejo, sin comentar, pues la reflexión y la comparación con la actualidad la dejo a cada lector. Dice Oliván:
Escentralizar es esparcir los atributos de autoridad que existían en un punto, distribuyéndolos más o menos latamente por los demás puntos de la superficie. Desde el momento que los intereses especiales, de localidad y provincia, tengan una Administración propia y exclusiva, se transforma el Estado en una federación, compuesta de pequeñas repúblicas, con todas las condiciones que le son inherentes. En cada una de ellas establecerá el pueblo su asamblea administradora; elegirá los funcionarios que crea conveniente establecer para encargarse de los diferentes ramos del servicio de la comunidad y, por una consecuencia natural de los celos que le inspiren sus mandatarios en el ejercicio temporal de alguna autoridad delegada, los sujetará a muy corta duración en sus puestos y castigará sus faltas negándoles el voto en las sucesivas elecciones o persiguiéndolos ante los Tribunales ordinarios, que habrán de influir poderosamente en la dirección de los negocios. En este orden de cosas, fundado en que nadie mejor que uno mismo cuida de lo que le interesa, crea, ciertamente, los hábitos de la vida pública y arraiga en los corazones aquella especie de amor a la patria, que se confunde con el egoísmo de la localidad: mas, por lo tanto, aísla las miras y apoca las relaciones, pues que los pueblos, eslabones casi desprendidos de una gran cadena, se impregnan de un espíritu mezquino y desdeñan las concepciones del interés general, que no aprecian si no les traen ventajas muy inmediatas y muy poco costosas. Allí debe ser privativo de cada pueblo todo lo que pertenece a su régimen y fomento, y aun lo concerniente al cumplimiento de las leyes, y de las medidas emanadas del Gobierno central (porque alguno ha de haber que represente al Estado) quedará en la forma y modo de ejecución, sometido al arbitrio de las mismas localidades.
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