Los jóvenes son conscientes del rechazo social que provocan sus modos de ocio, especialmente el ocio nocturno y más específicamente el denominado “botellón”. Y los propios jóvenes sienten exagerada esta desconfianza, que creen que se ha generalizado a todos, por la conducta extrema de unos pocos. Al mismo tiempo son otros jóvenes, los mayores de dieciocho y menores de treinta, los que hacen una dura crítica a los modos de divertirse de los menores de dieciocho años, que refleja una alarma social con relación al ocio de “su generación”. La crítica no está dirigida tanto a lo que hacen para divertirse sino al modo cómo lo hacen, al descaro con el que realizan prácticas de ocio socialmente mal vistas, sobre todo en lo referente al consumo de alcohol y otras drogas.
Muchas de las críticas dirigidas hacia la juventud tienen que ver, más que con conductas concretas, con el excesivo peso o centralidad que tiene la diversión en sus vidas. La importancia de la diversión y el ocio en la vida de los más jóvenes es interpretada, en algunas ocasiones, como una irresponsabilidad, creen que en el ocio encuentran aquello de lo que carecen: la autonomía en el acceso a experiencias que les permitan el desarrollo personal.
Aunque esta actitud hacia el ocio y la importancia que tiene para los jóvenes la diversión sea tan criticada, esto no impide que se haya constituido en una de las principales señas de identidad de la juventud en su conjunto. Así, los jóvenes emancipados, cuando se les pregunta por su condición joven señalan su actitud hacia la diversión como aquello que les hace seguir siéndolo.
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Las críticas al ocio de los jóvenes suelen estar centradas en las prácticas de ocio nocturno. Ahora bien, los jóvenes practican otros muchos tipos de ocio, en diversos lugares y momentos. Precisamente, las coordenadas espaciales y temporales son las que utilizan los jóvenes para diferenciar los distintos tipos de ocio que practican. Así, establecen una distinción fundamental entre ocio nocturno y ocio diurno. Para ser más exactos, la distinción que se establece es entre las prácticas de ocio nocturno y aquellas que pueden ser realizadas en cualquier momento del día o de la noche.
Se distingue entre ocio diurno y ocio nocturno, ya que no es sólo una distinción horaria, sino que está referida al mismo contenido de las prácticas de ocio. Así, mientras las prácticas de ocio diurno están centradas en la actividad, las prácticas de ocio nocturno lo están en la relación. Por el día de lo que se trata es de hacer algo, por la noche lo esencial es relacionarse con alguien o con muchos. Por supuesto, esto no quiere decir que durante las prácticas de ocio diurno no haya relación con otros participantes en las actividades, ni que no pueda haber actividad alguna durante la noche. Pero mientras durante el día la centralidad de la práctica la ocupa la actividad concreta de ocio a realizar y en torno a ella se producen (o no) relaciones con otros participantes, durante la noche estas actividades (bailar, tomar copas, charlar, etcétera) están encaminadas a propiciar la relación con otras personas, particularmente con otros jóvenes.
El espacio es otro criterio por el que los jóvenes distinguen sus prácticas de ocio. Así distinguen entre el ocio doméstico y aquel que se desarrolla fuera de este espacio privado (en la calle, pero también en el campo o en locales públicos como el cine, el teatro, bares, discotecas, etcétera). Del cruce de estos dos criterios obtendremos tres tipos de ocio que practican los jóvenes: el ocio doméstico diurno; el ocio público diurno; y el ocio público nocturno. En principio es posible la cuarta posibilidad: el ocio doméstico nocturno. No obstante, en el discurso de los jóvenes parece que hay una identificación entre el ocio nocturno y “salir”.
El ocio doméstico diurno se constituye en torno a actividades que suelen tener un contenido lúdico o cultural y que se distinguen fundamentalmente según el grado de implicación y esfuerzo que suponen. Las actividades que conllevan menos esfuerzo son las que tienen un más alto contenido lúdico, como pueden ser los videojuegos o ver la televisión, o vinculados a la búsqueda de relajación, como puede ser escuchar música: son actividades marcadas por una actitud pasiva y por un interés centrado en la evasión. Junto a ellas encontramos otras que requieren mayor implicación y concentración, que suelen tener un contenido más cultural, como puede ser leer revistas o libros, y creativo, como las manualidades o la pintura. En general, las actividades de ocio doméstico diurno, aunque puedan constituir costumbres, no suponen una dedicación continua: son desarrolladas en los momentos en que no hay otra cosa que hacer. Incluso las más pasivas como escuchar música o ver la televisión suelen realizarse mientras se desarrollan otras actividades, como puede ser el estudiar.
Entre las actividades de ocio doméstico no suele citarse hablar por teléfono, porque se considera una actividad práctica, no ociosa. Muchas conversaciones telefónicas o envío de mensajes de los jóvenes no tienen otro sentido que constituir una práctica de ocio cuyo contenido fundamentalmente es la relación que se establece con otros jóvenes.
En este mismo sentido, el creciente uso de Internet está configurando unas prácticas de ocio doméstico en los que el elemento fundamental es la relación. Junto al uso “juego” de Internet, hay un creciente uso que gira en torno a las posibilidades de información y comunicación que ofrece. El atractivo es, en este caso, establecer contactos con personas desconocidas y diferentes, pero con las que se puedan compartir aficiones o inquietudes. Aunque el ocio centrado en las relaciones se desarrolle fundamentalmente fuera del espacio doméstico, la tecnología está abriendo a los jóvenes posibilidades de relación que se pueden desarrollar desde casa y en cualquier horario.
Muchas de las prácticas de ocio que se realizan durante el día tienen lugar fuera del domicilio. Es en estas prácticas de ocio público donde aparece de manera más clara la centralidad de la actividad en las prácticas de ocio diurnas. Siempre que se sale durante el día es para hacer algo y rara vez sólo para relacionarse. El deporte y las excursiones o la asistencia a eventos son las principales actividades de ocio que los jóvenes practican en horario diurno fuera de sus casas. El abanico de posibles actividades, no obstante, es muy variado en función de los gustos y preferencias particulares. Por ejemplo, ir de compras o simplemente mirar los escaparates de los centros comerciales es, en determinadas circunstancias, una actividad de ocio para muchos jóvenes.
El tercer tipo de ocio de los jóvenes es el se desarrolla en horario nocturno fuera de casa, generalmente los fines de semana. Estas son las prácticas de ocio más generalizadas y respecto a las que se ha generado una mayor alarma social, motivada en concreto porque estas prácticas de ocio suelen ir asociadas al consumo de alcohol y de otras drogas. Como decimos, es en este tipo de ocio en el que el elemento central son las relaciones que se establecen con otros jóvenes: quedar o encontrarse con amigos y conocidos, pero también conocer a otros, ampliar la red de relaciones personales. Si bien los jóvenes se relacionan entre sí en otros contextos, las salidas nocturnas de fin de semana proporcionan un escenario que hace posible la aparición de nuevas experiencias interpersonales, la aproximación y el contacto.
[1] En Arenilla, M. (Dir.) (2006): “Introducción“ en “Estudio sobre los hábitos de ocio de los jóvenes entre 11 y 20 años de la ciudad de Madrid”. Ayuntamiento de Madrid. Mimeografiado.
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