Sigo hoy, como anuncié, con la cuestión de la bilateralidad en el derecho público, que afecta, pues a las relaciones en la administración pública y entre políticos y ciudadanos, aunque éstas últimas no sean objeto de control jurisdiccional.Lo reflejado en la entrada anterior, sigue así:
"De otro lado, sigue latente la
idea de la bilateralidad de las relaciones jurídicas y de la identificación de
lo jurídico con dicha bilateralidad, de modo que la organización como potestad
ad intra no tiene repercusión externa o fuera de la organización, quedando las
relaciones generadas en el interior de la organización como menores o, por lo
menos, con menos transcendencia que las que afectan a los ciudadanos en
general, creándose así diferentes categorías de lo jurídico, pero siempre
olvidando que la transcendencia de las cuestiones de organización es mayor que
la simple relación bilateral ya que afecta a todos los ciudadanos, al
repercutir fundamentalmente en el gasto público, en la buena administración y,
finalmente, en la esfera de su patrimonio y libertad. De este modo,
paradójicamente, el derecho de la organización transcendería en importancia a
los derechos subjetivos individualizados y su carácter jurídico sería
indudable, afectando, incluso, al modelo de Estado y de Administración pública.
Por ello, la Constitución ,
como hemos visto se convierte en el punto crucial, donde se regulan o norman
las formas de organización y actividad que constituyen las garantías del Estado
de derecho y de los derechos fundamentales y las bases de la Administración
pública que conviene o es propia de un Estado de derecho.
A estas razones que existen y que
justifican el tener que adentrarse en los aspectos jurídicos de la organización
o en la organización como derecho, hay que unir la de la apuntada crisis del
Derecho administrativo y la propugnación de la adopción de formas de gestión de
derecho privado que excede hoy del campo de los servicios públicos para
alcanzar a otros aspectos de la gestión administrativa pública. Pero, incluso si atendemos a la situación en 2013 se puede hacer referencia a una crisis del Derecho en general. De este modo,
resulta que el análisis de la organización como factor jurídico conlleva
determinar las bases que rigen la organización administrativa pública, lo que, a
su vez permite valorar o descubrir las razones reales existentes para que se
realicen propuestas como las señaladas o surjan exclusiones al control de
legalidad.
Pensar que en las mencionadas
propuestas o exclusiones sólo existen causas jurídicas o bases en elementos
conceptuales de derecho sería una ingenuidad, por ello es necesario, antes que
examinar las reglas concretas de organización, analizar los principios
generales que la rigen. En definitiva, es necesario reiterar que es indudable
que la organización es derecho y que no es preciso tener que insistir más, aquí
y ahora, en que la sociedad se organiza a través del derecho o que el Estado de
derecho es una forma de organización o que las Constituciones son organización
y, por tanto, o en consecuencia, nuestro análisis debe circunscribirse a la
organización administrativa pública.
Sin embargo, antes de hacerlo,
pero refiriéndonos concretamente a ella, recordando lo dicho de que el derecho
es organización y la organización es derecho, interesa reflexionar, también en
conexión con la idea de la bilateralidad, que en la manifestación de que la
organización es derecho se encierra o comprende, también, la idea de que la
organización es fuente de derecho y, naturalmente, en el campo del Estado o de
las Administraciones públicas, éstas y aquél son organizaciones productoras de
derecho y se consideran fuente del mismo, desde dicho punto de vista orgánico.
Por ello, en el ámbito del derecho público y de estas organizaciones
productoras de derecho y ejecutoras del mismo, hay que distinguir dos campos
diferentes de relación con los ciudadanos que nos ofrecen una “bilateralidad”
muy distinta[1].
Uno de estos campos o visión es el tradicional y que podemos considerar
proveniente de la relación entre individuos y que es el principal objeto del
derecho privado, como es la relación bilateral propiamente dicha y que en las
Administraciones públicas surge cuando ellas intervienen en la esfera de los
derechos subjetivos de los ciudadanos, o cuando lo hacen como sujetos de derecho
privado. Campo este de mayor análisis jurídico, como ya hemos visto, y el más
adecuado a una visión de la jurisdicción como resolución de conflictos entre
individuos y, por tanto, más propia de abogados.
La otra visión o campo de
diferente relación es el que se produce no en la ejecución del derecho
propiamente dicha, sino en la confección de éste por la organización estatal o
de las Administraciones públicas; esta producción de derecho es una actividad
política y administrativa previa a su formalización o finalización
parlamentaria, que se produce en el seno de las Administraciones públicas y
constituye una serie de fases, relaciones y procedimientos en los que
participan los ciudadanos, no en el sentido individual de la relación jurídica
bilateral que antes hemos visto, no como titulares de derechos subjetivos
afectados, sino como titulares de intereses y de derechos declarados de modo
objetivo y general. En esta relación, las Administraciones públicas tienen al
otro lado, o enfrente, a la colectividad o a múltiples grupos, lo que produce
una bilateralidad muy diferente de la tradicional. En este punto de la
producción, la participación como un derecho es el factor de legitimación al
que hoy la doctrina científica suele hacer referencia. Una vez la Ley o la norma se ha
formalizado y está vigente, cuando no se realiza o hace eficaz mediante
relaciones jurídicas individualizadas, sino que simplemente genera obligaciones
de actuación administrativa -sean cuales sean estas obligaciones- las Administraciones
públicas se sitúan en una relación en la que, frente a su obligación, encuentran
unos beneficiarios que son la otra parte y que inicialmente son todos los
ciudadanos que obtienen utilidad de su actuación; pero, al mismo tiempo, la
obligación administrativa es el beneficio o la eficacia de la propia ley o de
la voluntad que ella encierra, que, normalmente, se dirige al buen orden
público y colectivo y no tanto al beneficio individualizado o al respeto del
derecho subjetivo ya existente.
En definitiva, para quienes
consideran estos aspectos de la bilateralidad como la esencia del derecho, hay
que destacar que en derecho público la bilateralidad se da entre el Estado o
sus organizaciones administrativas y los ciudadanos en general, en virtud de
una definición de intereses públicos en leyes y normas, en la que previamente
han participado por los procedimientos legalmente establecidos los ciudadanos,
y que una vez aprobadas obligan a las Administraciones públicas y crean un
derecho a favor de los ciudadanos que es el de la efectividad del derecho y del
cumplimiento de la obligación por parte de la Administración.
En derecho público, pues, la
relación jurídica individual, no se presenta como un hecho de voluntad original
y creativo del derecho, sino como un hecho ejecutivo y de encarnación subjetiva
de una voluntad de la ley, de un derecho preestablecido. Y desde ese punto de
vista, la
Administración en su relación de derecho público no aparece
como titular de derechos sino de potestades y de deberes y obligaciones que
exigen de determinadas formas de organización, principios y procedimientos que
son derecho en general y, también, derechos de los ciudadanos por ser garantía
jurídica, de eficacia, eficiencia o racionalidad. Frente a las normas de
conducta o de comportamiento, de relaciones jurídicas propiamente dichas, las
normas organizativas son derecho en cuanto que estructuran la organización y
fijan competencias y procedimientos; pero el derecho de la organización en
general no se configura como norma conducta, según el concepto tradicional de
la misma, sino como un conjunto de principios que obligan a la Administración a
tenerlos en cuenta y que cuando se organiza sin hacerlo, incumple el derecho."
Hoy que tanto nos ocupa la corrupción que nos empieza a invadir en todos los sectores, me ha parecido bien recordar todo lo que aquí y en la entrada sobre el derecho como organización y la organización como derecho se ha reflejado.
Hoy que tanto nos ocupa la corrupción que nos empieza a invadir en todos los sectores, me ha parecido bien recordar todo lo que aquí y en la entrada sobre el derecho como organización y la organización como derecho se ha reflejado.
[1] En relación a la organización como fuente de derecho y a la
diferente bilateralidad a la que hacemos referencia ahora y un poco más
adelante, parece oportuno reflejar aquí lo dicho por Giannini, M S., en Derecho Administrativo. Op. cit. p. 119:
Al grupo organizado y que efectivamente
es productor de normas propias se le llama ordenamiento jurídico.
Descriptivamente se puede incluso decir que un ordenamiento jurídico lo
constituye un grupo de sujetos que, por intereses comunes, se organizan
confiriendo a una autoridad determinados poderes y dándose normas que tienen
una vigencia efectiva. Los componentes primarios del ordenamiento son, por
tanto, la plurisubjetividad (conjunto de componentes del grupo), la
organización y la normativa; tales componentes no son disociables (sólo pueden
ser aislados en teoría) hasta el punto de que cada uno determina al otro. Para
comprender esto no hay nada mejor que observar el Estado contemporáneo donde
tomando el elemento-norma, que es el más fácil, encontramos una normativa
respecto de la plurisubjetividad (normas sobre las personas físicas, sobre la
ciudadanía, sobre los entes con o sin personalidad, sobre la capacidad, sobre
el electorado), una normativa sobre la organización ( normas sobre el jefe del
Estado, sobre el parlamento, sobre los ministerios, sobre las personas
jurídico-públicas) y una normativa sobre la normativa (normas que fijan la
potestad de emitir actos normativos y los efectos jurídicos de éstos).
Igualmente, existe una organización de la plurisubjetividad, de la organización
y de la normativa.
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