domingo, 10 de febrero de 2008

ADMINISTRACIÓN Y EMPRESA



Constituye una de las afirmaciones más frecuentes en los estudios y análisis de la Administración pública la de que debe de funcionar como una empresa; es decir que debe de ser igual de eficaz que una empresa. Es raro que, en principio se discuta esta afirmación, pero al margen de que no toda empresa privada es eficaz, el hecho es que constituye un punto de influencia en los distintos enfoques que, por ejemplo, nos ofrece la denominada Ciencia de la Administración y, por tanto, de los diferentes puntos de vista que ofrecemos los que nos ocupamos de la Administración pública y que a no dudar se manifiestan si se leen mis opiniones y las de otros que igualmente opinan respecto de ella.

Hay mucho de paradójico en todo el proceso que se produce al respecto, pues, primero la Administración pública la concebimos como un todo o como un fenómeno unitario, cuando resulta que desde el punto de vista territorial existen distintas Administraciones públicas y. además, pueden estar dirigidas por distintos equipos políticos, de partidos políticos diferentes y con ideas opuestas conducentes a políticas públicas también distintas e, incluso, opuestas. Segundo, porque se produce en un momento en que la fragmentación de la organización de las Administraciones públicas es mayor que nunca, proliferando los organismos separados de la organización burocrática y centralizada de cada Administración pública, dotados de personalidad e, incluso, conformados con la naturaleza de personas jurídicas privadas, como sociedades y verdaderas empresas que actúan en el mercado. Pero, es precisamente cuando dicha fragmentación se produce cuando surgen también las propuestas de actuaciones y políticas públicas coordinadas que conduzcan a la legitimación y eficacia que se consideran necesarias para que exista la correspondiente aceptación de los destinatarios y, por tanto, la mencionada eficacia final.

Por todo ello, si contemplamos a la Administración pública como el bloque unitario al que nos hemos referido, que se compone de distintas unidades que deben funcionar coordinadamente, es lógico que predomine el enfoque político o el jurídico o el de una Ciencia de la Administración específica y distinta de la que se ocupa del funcionamiento de las empresas privadas y que se piense que el de la Administración pública nada tiene que ver con el de las empresas privadas, sin perjuicio de que técnicas concretas de aplicación en éstas lo sean en las Administraciones públicas. Si, en cambio, se contempla el funcionamiento de un organismo o de una persona jurídica que son Administración pública y se hace desde el punto de vista del que lo dirige y es responsable del mismo, resulta lógico que nos acerquemos a considerar que debe de funcionar con la misma eficacia que una empresa privada. Pero es indudable que las perspectivas apuntadas son muy diferentes y que es mucho más compleja la primera y se ha de apoyar no tanto en las técnicas concretas, como en dicho enfoque global y abstracto de una Ciencia de la Administración que primero analiza qué es una Administración pública, luego cómo funciona y, por último, determina cómo debe de funcionar. Perspectiva esta que engloba como parte de dicha ciencia la de los enfoques de la empresa privada y que parte de una metodología diferente. Perspectiva mucho más difícil de realizar y hacer efectiva, de ahí que sea más fácil vender y aplicar, en su caso, las técnicas concretas experimentadas en la empresa privada y que pueden ser eficaces en casos concretos o en los organismos singularizados y separados del núcleo de poder de las Administraciones públicas.

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