En los comentarios a la última entrada publicada exponía mi idea, promovida por la apreciación de una señalada demagogia en nuestros políticos, de reflexionar respecto de la libertad y del derecho y el orden. Me gustaría haber podido partir de un artículo de D. José Corts Grau sobre libertad y autoridad, publicado en el diario de Las Provincias en 1970 o 1971, por su claridad y por la sencillez de su exposición, que al dirigirse a todo publico prescindía de la carga filosófica de los escritos que sobre la cuestión escribía en el orden científico y académico. De haberlo podido hacer sobraría que yo dijera nada al respecto pues nada mejoraría de lo dicho por el que fue maestro de tantos estudiantes universitarios.
Es difícil determinar por dónde empezar respecto de la libertad y por qué cuestión de todas las posibles. Quizá, puedo empezar por comentar que la libertad no implica un absoluto, algo que en cambio parece que es una idea bastante predominante en la realidad y en las actuaciones vulgares de parte de los humanos; por tanto, empezaré por recalcar que la libertad no es un derecho absoluto, sino sometido a límites, mantener lo contrario es una forma de demagogia y si es que ello se cree de buena fe, será fruto de desengaños y frustraciones. En la actualidad está de moda el decir mi libertad acaba allí donde empieza la de los demás, si bien poco se respete la máxima o principio. Surge así, se puede decir, la contraposición entre derecho y deber. También en la actualidad podemos considerar como posición demagógica toda aquella que sólo reclama derechos y no reconoce deberes u obligaciones. No voy a tratar otros aspectos sobre el concepto de libertad que Corts, desde su posición cristiana, sí nos transmitió, como la relación entre la libertad y la verdad o el pensamiento o el conocimiento. Sí recogeré algunas citas de su trabajo Cara y cruz de la libertad. Así dice: Kant subrayó cómo el discernimiento del pro y del contra de nuestras decisiones postula la libertad, y ésta queda afectada por nuestra claridad de juicio. Quien habla de libertad y olvida el pensamiento, advirtió Hegel, no sabe lo que dice. La libertad, reitera Jaspers, coincide con la necesidad de la verdad sentida interiormente, y ambas discurren en un proceso único de mutuas influencias. Es superación de presiones exteriores, pero también de un libre albedrio caprichoso y ciego. Se ha dicho certeramente que el hombre es un libre albedrio a la conquista de la libertad. En otro punto posterior: La confusión y la pereza mental implican una restricción a la libertad. Los grandes ataques no son los de la coacción, sino los dirigidos al entendimiento: la mentira y el sofisma son en este aspecto aún más graves que la violencia. Al efecto es evidente, pues, que cuando los políticos nos mienten, nos confunden y seguimos sin pensar, sus sofismas atacan nuestra libertad y es fácil que ello se produzca sobre todo cuando la situación, como ahora, afecta directamente a nuestros derechos y las medidas no son totalmente justas o consideramos que hay otras opciones.
Como el tema se alarga, reflejo otro párrafo del citado trabajo escrito con motivo de la Declaración de derechos humanos y que me permitirá conectar con el otro factor de la entrada, al que dedicaré otra, el Derecho. Es éste: Cuando Simone Weil subraya en el individuo y en los grupos humanos la necesidad de libertad y de obediencia a la vez, está simplemente recordando la compenetración entre libertad y norma, y ayudándonos a comprender cómo manifestaciones culminantes de libertad, el heroísmo y el martirio, surgen precisamente en las instituciones más disciplinadas. Se piensa poco en los quilates de libertad que exige la auténtica obediencia, en las horas de vuelo en la obediencia que se requiere para poder un día ser de verás rebelde.
De ahí, no ya la conciliación, sino también la compenetración también entre libertad y autoridad. Se condicionan mutuamente, y la experiencia nos confirma que suelen mantenerse y deteriorarse juntas en los diversos planos de la vida humana. La libertad subraya Jaspers, se realiza en la comunidad, de suerte que uno es libre en la medida que los son todos. Estamos ante esa dimensión social del hombre que nunca queda al margen.
Ya han aparecido los elementos componentes del título de esta entrada y su conexión, seguiré pues en ocasión próxima, pero hoy creo que, con raíz en las fuentes de mi formación universitaria, encuentro pues las raíces de buena parte de mi pensamiento, puede que rancio para otros de opiniones distintas, pero cosas como las reflejadas estimo que evidencian mucho de lo que está ocurriendo en la actualidad y que no nos permite a los españoles tener una buena información y que siembra el desconcierto y amenaza con un desorden todavía peor. De ahí de mi reclamación de unos políticos de verdad capaces de buenas acciones y desligados de intereses espurios.
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